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Más de 5.000 personas aclaman a un Dylan sobrio y contenido

El artista estadounidense comienza en Barcelona su gira española

Bob Dylan le devolvió al Poble Espanyol todo el esplendor de veranos pasados. Más de cinco mil personas se acercaron hasta el turístico recinto de la montaña de Montjuïc para rendir pleitesía a uno de los nombres cruciales de toda la música de los últimos cincuenta años. Era el banderazo de salida de una gira que, hasta el día 17, llevará a Dylan a Benidorm, Motril, Córdoba, Alcalá de Henares, León y Santiago de Compostela.

Esta vez Bob Dylan no presentaba ni disco ni nuevas canciones y enmarcaba su gira bajo el evocador título de Avalon Ballroom Tour, es decir, una sencilla excusa, si es que a estas alturas Dylan necesita excusas, para cantar exactamente lo que le viniera en gana. En el Poble Espanyol, Dylan ejerció a fondo el papel mesiánico del Dylan de las grandes ocasiones y le regaló al público ya bastante maduro que llenaba la gran plaza un gran concierto, posiblemente el mejor que ha ofrecido en sus diversas visitas a la ciudad. La madurez le sienta bien a Bob Dylan; en la noche de ayer quedó más que demostrado.

Con un cuarto de hora de retraso, el cantautor irrumpió en el sencillo escenario atravesando un clamor orquestal y acompañado por una presentación en el más puro estilo del show business estadounidense. Ataviado con sombrero vaquero y traje negro con algunas tintineantes lentejuelas, Dylan se sentó ante su piano eléctrico y comenzó tanteando al público, pero ya como segundo tema desenterró el eterno y todavía capaz de provocar oníricas ilusiones The times they are A-changin'. La batalla estaba ganada, pero sin histerismos o grandes demostraciones de júbilo desmadrado. Todo muy contenido, tanto en el escenario como entre el público. A partir de ese tema histórico interpretado, eso sí, con una visión totalmente diferente al original, Bob Dylan fue alternando material de todas sus épocas sin guión alguno, pero con la coherencia de unas interpretaciones tan simples como sólidas.

Una solidez musical perfectamente respaldada por cuatro músicos elegantemente ataviados. Dos de ellos, el guitarrista Larry Campbell y el bajista Tony Garnier, ya secundaron a Dylan hace tres años en su último disco, el magnífico Love and theft, pero fue el otro guitarrista, Stu Kimball, el que se llevó el gato al agua con solos de gran enjundia en los que se mezclaban aires country con energía rockera y hasta alguna cita hendrixiana que, la verdad, no desentonó en absoluto.

Como de costumbre, Dylan no pronunció palabra en toda la noche, sólo presentó a sus músicos. En el Poble Espanyol su voz sonó terriblemente rugosa y, a la vez, comunicativa. Sólo tomó la guitarra durante unos segundos, utilizó la armónica con mayor frecuencia de la habitual y convenció reinventándose hasta en canciones como Like a Rolling Stone, que sonó en la tanda de bises, único tema tímidamente coreado por el público.

Bob Dylan triunfó en Barcelona con una sobriedad estimulante. Demostrando que un sencillo escenario sin ningún elemento decorativo, sólo un gran corazón coronado como telón de fondo, y una magnífica sonorización son más que suficientes cuando el contenido musical está a la altura de lo que el público espera. Y en Barcelona las ganas por volver a ver a Dylan estaban en el ambiente. Las entradas para el concierto se habían agotado con varias semanas de antelación.

Bob Dylan, durante su actuación, anoche, en Barcelona.
Bob Dylan, durante su actuación, anoche, en Barcelona.VICENS GIMÉNEZ
Bob Dylan, en una actuación en Nueva York el pasado mes de marzo.
Bob Dylan, en una actuación en Nueva York el pasado mes de marzo.AP
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