La empresa descuida el control de los programas
Las herramientas de evaluación del 'software' están disponibles, pero falta introducir la gestión de la calidad en las empresas. En los entornos críticos se usan programas escritos a medida
La calidad del software preocupa. Un reciente estudio de la ATI revela la precariedad de los controles de calidad que efectúan las empresas españolas, especialmente las pequeñas y medianas. Esta preocupación protagonizó las IX Jornadas de Innovación y Calidad de Software, organizadas la pasada semana por esta veterana asociación. "Aunque se observan algunos progresos, como la demanda de certificación ISO 9001 y los modelos de calidad EFQM, queda mucho camino por recorrer en cuanto a garantizar la calidad del software", explicó Luis Fernández, coordinador del grupo de calidad de esta asociación que agrupa a 5.000 técnicos informáticos españoles.
Su moderada intervención se mostró en consonancia con los intentos de ATI de establecer un puente entre los clientes y los desarrolladores, ya que los socios de esta organización, fundada en 1967, se reparten entre los fabricantes y proveedores de sistemas de información y las empresas e instituciones que los compran.
Otros ponentes se mostraron más tajantes. "Las empresas españolas siguen sin exigir metodologías capaces de asegurar la calidad", denunció Patricia Rodríguez, directora de Softwcare. "Cuando explico a mis potenciales clientes del sector la medicina con que podemos mejorar la robustez de sus aplicaciones lo entienden, pero responden que de momento sus clientes no lo exigen", explica. Doctorada en análisis de calidad en software crítico, y con ocho años dedicados a esta actividad en la Agencia Espacial Europea, Rodríguez ejerce ahora en su propia empresa, SoftWcare, radicada en Vigo.
En la edición de este año, las posiciones de clientes y proveedores chocaron frontalmente en la cuestión de la calidad, que ATI define como el acercamiento a un nivel de cero defectos y la satisfacción del cliente. "En este campo, desgraciadamente estamos viendo últimamente de todo", denunció Alfredo Izquierdo en una de las mesas redondas del evento, celebrado en la Universidad Europea de Madrid. AEDI, la organización de la que es vicepresidente, agrupa a directores de sistemas que defienden los intereses de sus empresas. "Todo eso cuesta dinero y los fabricantes también han de vivir, lo que no es posible si no hay beneficio mutuo", replicó Ana María Rodriguez Viguri, de la compañía Aliad y miembro de AETIC, la patronal de desarrolladores y fabricantes surgida tras la fusión de SEDISI con Aniel.
Creciente complejidad
El software, cuanto más simple, más fiable. Sin embargo, en la práctica los usuarios exigen cataratas de mejoras y nuevas prestaciones, capaces de funcionar en diversos entornos, que a su vez evolucionan con rapidez. Esta complejidad no afecta sólo a los sistemas de sobremesa, como revela la evolución de los hasta ahora sobrios cajeros automáticos. El resultado es que hay que escribir millones de líneas de código, contratar equipos de desarrollo más numerosos, que trabajan contrarreloj, y ceñirse a costes económicos ajustados. En estas condiciones, el programador puede verse tentado a acortar el tiempo para cazar errores, utilizar metodologías obsoletas o posponer la corrección de los bugs hallados. Finalmente, si alguno de estos se escapa, con un poco de mala suerte y por pequeño que sea, puede terminar acaparando titulares. Así ha ocurrido en el caso de de las recientes del aeropuerto de Londres o la muerte en 1986 de dos pacientes por sobredosis de radiación producidas por el sistema informático del East Texas Cancer Center estadounidense. Que no se trata de son casos aislados lo prueba el largo rosario de averías informáticas graves que el experto alemán Peter Neumann describe en el web.
Entornos críticos
La calidad preocupa especialmente cuando de la fiabilidad depende que el avión en que uno viaja no choque frontalmente, que el diagnóstico clínico corresponda al interesado y no a su vecino, que los semáforos o las centrales eléctricas sigan funcionando o que la nave espacial no se desintegre junto a sus ocupantes y varios centenares de millones de euros de los contribuyentes. En estos entornos el software es más seguro que el de los sistemas de sobremesa y la simple posibilidad de que la vida humana dependa de Windows, Mac, Unix u otros sistemas comerciales pone los pelos de punta a los ingenieros. "La primera norma es no emplearlos jamás, porque no han sido diseñados para esto, y la segunda, no incluir nunca funciones que no se van a utilizar" explica la directora de Softwcare. "Suelen diseñarse a medida para procesadores específicos, ya que un ordenador personal no siempre puede subir a bordo debido a su radiación", explica. Sin embargo, ni siquiera en estos entornos el software es 100% fiable. No sólo por los costes y el tiempo sino también porque "no todos los desarrolladores tienen la cultura necesaria para seguir los procesos de prueba adecuados", asegura Rodríguez.
Sus clientes exigen la máxima confidencialidad, así que esta ingeniero madrileña no pone nombres propios a los ejemplos que revelan que es mejor prevenir que curar. "Encontramos una diferencia entre el código de a bordo de un satélite y el del sistema de control que habría impedido la recepción de los datos, poniendo en peligro diez años de trabajo y que, en todo caso, habría obligado a un costoso parcheo posterior", afirma.
Encuesta ATI
La primera encuesta de ATI sobre Calidad del Software, basada en los cuestionarios contestados por los asistentes a los cursos impartidos por esta organización desde 1999 a 2003, revela una escasa cultura de la innovación y la calidad en las organizaciones, sobre todo de las medianas y pequeñas en España, que se traduce "en un control de calidad errático".
Entre las distintas conclusiones destacan las siguientes: más del 71,4% de las compañías no sigue ningún modelo de calidad y se guía por meras indicaciones que, además, no se aplican de forma sistemática. La gran mayoría de organizaciones no cuenta con los procesos y actitudes apropiadas para comprobar la calidad de sus aplicaciones.
En su mayor parte, las pruebas de calidad que se realizan dependen de la habilidad personal de los profesionales. Sólo un porcentaje mínimo del sector aborda las pruebas del software con la actitud adecuada.
A juicio de la ATI, la situación ha mejorado algo desde 1994, cuando sólo el 16% de las empresas culminaban sus proyectos de acuerdo con las necesidades del usuario, cifra que asciendió en 2003 al 34%. "Los métodos y las herramientas de análisis están disponibles, pero es necesario que todos los profesionales y directivos de clientes, fabricantes, académicos y administración impulsen seriamente la introducción de la gestión de la calidad en su estrategia general", asegura Fernández.
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