Cabaré surrealista
"Tómate la última botella conmigo", dice en El último trago. La mexicana se presentó como ejemplo de reciclaje al cantar La mesera con un mantel de plástico como falda y una bandeja de sombrero. El espectáculo de Astrid Hadad, prófuga de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, incluye La cuchilla, una ranchera colombiana para amantes violentos como Bush, Blair o Aznar, que tocan muchos puntos con sus bombas, dijo ella, pero jamás encuentran el punto G. Toda de negro -"la globalización nos está partiendo a la madre"- mientras paseaba lascivamente una navaja desmesurada por su lengua.
Humor corrosivo del que no se salva ni ella: "Si compran mis discos sabrán cómo es mi voz".
Astrid Hadad
Astrid Hadad (voz), Sibila de Villa (saxo soprano, flauta), Carlos Pérez (acordeón, teclado), Marco Antonio Manrique (guitarra, conga), Juan Cisneros (timbales) y José Francisco Bolón (guitarra, bajo). Conde Duque. Madrid, 4 de julio.
El corazón le pudo a una garganta cansada de tanto trajín y Astrid Hadad consiguió ofrecer su cabaré surrealista e ilustrado. En palabras suyas, sincrético, estético, patético y diurético, en el que se muestran sin pudor el machismo, el masoquismo, el nihilismo y el valemadrismo de toda cultura.
Astrid Hadad interpreta a la mujer sumisa, golpeada, seductora, malvada, guerrera... En un estilo teatral de rancheras, con rumbas y boleros, que se mofa de lo solemne. Referencias: Lucha Reyes, Edith Piaf, Toña la Negra, el cabaré alemán y las películas mexicanas.
Con esos vestidos inenarrables de flores -"un Diego Rivera en vivo"-, corazones iluminados, manos animadas por pilas... que mostró a lo largo de una actuación que fue de lo político a lo privado, de lo externo a lo íntimo. Saludable poesía urbana.
Babelia
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