La 'catedral' corona nueva reina
Maria Sharapova derrota a la doble campeona, Serena Williams
"¡El teléfono no funciona! ¡Maldita tecnología!". Maria Sharapova acababa de ganar su primer torneo de Wimbledon cuando su padre le lanzó el teléfono móvil desde la grada para que pudiera hablar con su madre, Yelena, instalada en Miami. "No puedo, no la oigo", le decía con gestos a Yuri. Lograr la comunicación era, probablemente, lo que más deseaba la nueva campeona de Wimbledon menos de 10 minutos después de haber derrotado a la estadounidense y doble campeona del torneo, Serena Williams, por 6-1 6-4 en 1 hora y 13 minutos. Por un momento perdió incluso la sonrisa. Pero nada podía perturbar la felicidad que estaba sintiendo.
Sólo unos minutos antes, Serena estrelló un drive en la red y el árbitro cantó: "Game, set and match for Sharapova". Fue una música celestial en sus oídos aún incrédulos. Sin saber exactamente lo que hacía se dejó caer de rodillas al suelo, sobre aquella hierba que parecía su alfombra, y meditó por unos segundos antes de decidirse a levantar los brazos hacia el cielo como queriendo exclamar: "¡Soy la campeona!". Mientras tanto, una Serena abatida, sentada en su silla con la mirada perdida en el infinito, certificaba que el sueño de aquella chica rubia de sólo 17 años, que había roto los corazones de los 13.800 espectadores de la central, se había realizado.
Es la primera rusa que conquista el título y, con 17 años, la tercera más joven de la historia
Un halo de juventud, de frescura, de glamour invadió el aire del vetusto estadio londinense, que proclamó al unísono que la nueva reina había sido coronada. Desde que hace 15 días llegó a la catedral, todo el mundo la aupó para que pudiera levantar la bandeja de oro con una decoración mitológica que tiene inscritos el nombre de todas las campeonas. Sharapova fue ganando sus partidos con solvencia hasta llegar a unas semifinales en las que se impuso a la ex campeona, Lindsay Davenport.
Luego llegó la final. "Puede ganarla", exclamó Bollettieri, el técnico que la había recibido en su academia de Brandenton a los ocho años, cuando había llegado procedente de Rusia junto a su padre Yuri, con 700 dólares en el bolsillo y sin hablar ni una palabra de inglés. "Mentalmente es más fuerte que todas las demás. Tiene un increíble talento natural y ha encontrado en su padre al mejor aliado para poder triunfar. No tiene nada que perder". Cuando Sharapova concretó su cuarta bola de set y colocó el 6-1 en el marcador en 30 minutos, la incredulidad inundó la central. Pero cuando igualó un 4-2 en contra en la segunda manga y luego rompió de nuevo el saque de Serena, alguien gritó: "¡OK!". Allí demostró una capacidad de concentración y una solvencia mental impresionantes. Con 17 años supo controlar los nervios y la tensión hasta conectar un segundo saque a 170 km/h -muy inusual en el tenis femenino-, que Serena no pudo devolver.
Sharapova no lloró. Pero corrió hacia el palco de jugadores para darle un prolongado abrazo a su padre. Se besaron apasionadamente y el emotivo momento se prolongó luego con sus entrenadores, Robert Lansdorp y Mauricio Hadad. Era ya la nueva reina de Wimbledon, la tercera campeona más joven de la historia en la catedral -Hingis ganó con 16 años y Lottie Dod con 15 en 1887-, la primera rusa que gana este título, la fulgurante estrella que eclipsó a los viejos mitos y hará languidecer incluso la leyenda de Ana Kurnikova, la rusa que nunca ganó pero que deslumbró al mundo por su belleza.
"Tiene algo especial en su interior, es impresionante", señaló Andy Roddick, que, por otro lado, disputará hoy la final masculina frente al campeón, el suizo Roger Federer.
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