La batalla del 'boom'

VOLVERÁS A REGIÓN, primera de las novelas de Juan Benet, se publicó en 1967, el mismo año de la aparición de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. La coincidencia de las fechas invita a subrayar, una vez más, el efecto distorsionador que el impacto del boom latinoamericano tuvo sobre el desarrollo de la narrativa española. En relación a ésta, la propuesta literaria de Benet entrañaba una estrategia de radical subversión, que incluía dentro de su rechazo los esfuerzos renovadores emprendidos con la publicación de Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, en 1962 (el mismo año, por cierto, de la aparición de La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa). La cuestión es que el poderoso efecto de contraste que la obra de Benet estaba llamada a producir en relación a las novelas de sus contemporáneos españoles quedó en gran medida apagado por el brillo, mucho más llamativo y más chillón, de los narradores latinoamericanos que entonces desembarcaron en España.

La maniobra de gran estilo trazada por Benet se vio desvirtuada, en no escasa medida, por la imprevista alteración del campo de batalla. Lo cual no fue sentido por Benet como una calamidad, de ningún modo, ni lo apartó en absoluto de sus propósitos. Simplemente redujo la resonancia y la eficacia de aquella maniobra. Por su parte, Benet mantuvo en relación al fenómeno del boom latinoamericano una actitud idéntica, en su independencia y en su insobornable altivez, a la que mantuvo en relación a la narrativa española. Se negó siempre a valorar el fenómeno en su conjunto y destacó el mérito singular de unos pocos autores y títulos aislados. Apreciaba a Rulfo y a García Márquez, sobre todo; también a Carpentier y a Vargas Llosa. Pero desdeñaba la obra de Cortázar y de Fuentes, y no sentía la menor afición por Borges ni por Lezama. Tratar de explicarse sus simpatías y sus manías en este terreno sería una buena vía para perfilar la propia escritura de Benet, de cuya obra, por otro lado, apenas se tiene conocimiento en Latinoamérica, en lo que constituye un flagrante ejemplo de la superficialidad y de la inopia que, ayer como hoy, determina el tráfico de la literatura en español a un lado y otro del Atlántico.