'Hamlet' en la lengua de Sancho
He aquí el dilema del director que monta Hamlet en castellano: encargar una traducción nueva o rebuscar entre las muchas que existen. Lluís Homar estrenó hace seis años la de Ángel-Luis Pujante y José Carlos Plaza, hace quince, la que Vicente Molina Foix confeccionó por encargo suyo cuando dirigía el CDN. Eduardo Vasco se ha remontado mucho más atrás y ha decidido llevar a escena en el Festival de Almagro la primera traducción directa del inglés al español, obra de Leandro Fernández de Moratín (las anteriores, entre ellas una de don Ramón de la Cruz, provienen de versiones francesas). El autor de El sí de las niñas estuvo en Londres desde agosto de 1792 hasta el mismo mes del año siguiente: aprendiendo el idioma, yendo al teatro, al museo Británico y de putas (lo cuenta en su Diario, y con más detalle en sus cartas). De allí marchó a Italia, con varios libros bajo el brazo, entre los que figuraba Hamlet. ¿Por qué lo tradujo, si está en los antípodas del neoclasicismo que defendía? Para marcar distancias con la obra de Shakespeare, acompañó su edición con un ensayo sumamente crítico y multitud de notas a pie de página, alguna tan burlona como esta que dedica a la frase de Bernardo "...iba ya a hablar cuando el gallo cantó": "El gallo debería incluirse en la lista de personajes, puesto que también hace su papel".
A propósito de Troilo y Crésida, dirigida por Francisco Vidal, en el teatro Pavón, de Madrid
Vasco, conocido sobre todo por sus puestas en escena de obras poco frecuentadas de Lope, ha escogido esta versión para el montaje que estrena el 8 de julio en Almagro por la riqueza del léxico de Moratín y porque considera que Hamlet se sirve mejor acompañado de un gran reserva que de un vino joven. "El lenguaje de Moratín tiene una antigüedad real, el de traducciones contemporáneas como la de Astrana Marín es arcaizante", dice el director madrileño. Al espectador actual, que tiene el oído hecho a las versiones de Astrana, Buero Vallejo y José María Valverde, ésta le sonará con otra música y otra letra. El monólogo más famoso del teatro británico, Moratín lo sirve de este modo: "Existir o no existir: ésta es la cuestión". Choca tanto que en la edición más reciente (Teatro II. W. Shakespeare. Algaba, Madrid, 2004), los editores han enmendado al traductor en este punto. "Ser o no ser, ésa es la opción", escribió Molina Foix para el montaje de Plaza, y dio que hablar. Donde sí estuvo inspirado el escritor ilicitano es en la escena de los centinelas, cuando Bernardo pregunta a Marcelo si es Horacio quien le acompaña y éste responde coloquialmente: "Lo que queda de él", en vez de "un pedazo de él", que, aunque expresiva, es traducción literal. La de Moratín suena bien en líneas generales. Yolanda Pallín, colaboradora habitual de Eduardo Vasco, la ha aligerado para que dure lo que suelen durar hoy las representaciones, y se ha tomado la libertad de hacer de Horacio un narrador que prologa y pone fin a la tragedia (como en el montaje, tan lleno de hallazgos, que Peter Brook presentó hace un par de años en Barcelona).
Todas las traducciones de
Hamlet que conozco alternan aciertos con soluciones más que dudosas. La más caprichosa del siglo XX es la de Pemán, versión libre en endecasílabos, heptasílabos y alejandrinos: Shakespeare con la música del teatro en verso español. Buero Vallejo halla mejores equivalentes que sus colegas para la mayoría de los poemas y canciones que salpican el texto. Para la del Saint Valentine's day, por ejemplo, escoge el octosílabo. Ofelia puede interpretarla como un romance de tradición oral: "Mañana es San Valentín / y los novios van de cita / doncella iré a tu ventana / por ser tu valentinita...". Donde los demás traductores ponen: "Vete a un convento", Buero hace decir a Hamlet: "Vete a un burdel". Para allanar la lectura, Moratín bautiza a Rosencrantz y Guildenstern con nombres más católicos: Ricardo y Guillermo (Buero y otros le siguen), y, para simplificar, a los dos clowns ambiguos que aparecen en el quinto acto, les llama "sepultureros", por el oficio de uno de ellos: el error se perpetuó. Astrana mantiene la denominación original; Valverde prefiere llamarlos aldeanos; Buero, graciosos, como hacen también Manuel Ángel Conejero y sus colaboradores en una traducción reciente. En la de Pujante son "rústicos".
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