El 'show' de Rehhagel
El técnico alemán se enfrenta a gritos a un periodista que publicó que se ha autonombrado 'Kaiser' y trata de poner orden en el caos griego
Si hay alguien capaz de encontrar el orden dentro del caos griego es Otto Rehhagel, el técnico alemán de 65 años de edad que entrena a Grecia y que ayer se fajó a gritos con un periodista en la conferencia de prensa. "Sé un hombre y di de dónde has sacado esa historia", espetó a un reportero del diario deportivo Eleftherotypia, uno de los 12 periódicos deportivos griegos que calientan motores ante los inminentes Juegos Olímpicos de Atenas. Ese diario había publicado que, tras vencer a Francia en los cuartos de final, Rehhagel entró en el vestuario de su equipo y dijo a los jugadores: "Yo soy el Kaiser. Vosotros no sóis nada sin mí". Rehhagel no desmintió esta versión, sino que increpó al periodista para que explicara todo lo que sabía. El fuego cruzado se produjo en griego por parte del reportero y en alemán por parte del técnico, sin que la intérprete osara traducir. De modo que, al final, el periodista disfrutó de su cuarto de hora de fama rodeado de colegas y explicando sus malas relaciones con el preparador. "Me llamo Fitsopoulos Alkiviadis", se preocupó de decir.
Se le nota contento de ser el protagonista, el único que conoce la salida del laberinto
No tuvo un intérprete fijo hasta que sospechó que sus problemas nacían de las malas traducciones
La lógica invitaba a pensar que Grecia sería un remanso de paz tras haberse plantado inopinadamente en las semifinales cuando nunca antes había ganado un partido en un gran torneo. Falsa expectativa. Grecia arde por los cuatro costados y Rehhagel parece feliz dentro del caos. Como si hubiera aprendido a moverse en él. Se presentó con el pelo recién cortado y la cara enrojecida y con sus facciones cuadradas rebosando satisfacción. Contento de ser el protagonista absoluto de esta selección. El único que conoce la salida del laberinto. Y comenzaron a caer las cuestiones espinosas. Una apuntaba al cisma formado entre los jugadores y los directivos por las primas que quieren cobrar los primeros. No hay acuerdo. Los futbolistas piden 300.000 euros por barba por haber llegado a las semifinales. Se justifican en que la federación debería compartir las ganancias percibidas de la UEFA: 10 millones. "Eso no es de mi incumbencia. Mi preocupación sólo consiste en preparar al equipo. Ya dije lo mismo cuando Nikolaidis y Tsartas se pelearon", afirmó Rehhagel en alusión a otro de los fuegos que ha sabido controlar: el enfrentamiento entre los dos pesos pesados del vestuario. Nikolaidis quiere ser el presidente del AEK de Atenas y rebajar el sueldo al ex sevillista Tsartas. Éste se niega, claro. No se hablan pese a que han compartido banquillo en los últimos partidos. Especialmente disconforme con su escasa participación está Tsartas, que se pasea con cara de malas pulgas, sin ganas de hablar con la prensa, una de sus ocupaciones favoritas antes.
Pese a todo, continúa el proceso de mitificación en versión griega de Rehhagel, a quien se le ha ofrecido la nacionalidad helena. "Estoy agradecido, pero lo más importante es dónde hemos llegado. Tanto para el fútbol griego como para los jóvenes", dijo el técnico en alemán antes de ser traducido al griego por su ayudante e intérprete, Topalidis, entrenador diplomado en la escuela de Colonia y que habla su idioma a una velocidad de vértigo. Rehhagel no tuvo un intérprete fijo hasta que empezó a sospechar que sus problemas llegaban por culpa de las malas traducciones, como cuando el ex interista Georgeatos le envió supuestamente a tomar vientos y él no lo volvió a convocar.
Los helenos han cambiado un poco al viejo Otto: le han hecho cantar el himno en televisión y aceptar que a las 22.30 toda la nación, de los jugadores para abajo, no debe estar en la cama. Como compensación, él ha cambiado a los griegos: ha reducido el numeroso grupo que acompañaba a la expedición y ha frenado las interferencias de los grandes clubes -Panathinaikos, AEK y Olimpiakos- que querían un número idéntico de titulares: "Aquí juegan los mejores. Esto no es un partido político".
Rehhagel estaba ayer dispuesto a hablar de todo, incluso de si él es o no es el Kaiser, pero no de la táctica ante los checos. "Ni siquiera en un partido de tenis se le anticipa nada al rival", dijo el técnico, a quien esta vez no acompaña su esposa, Beate, que era la ojeadora encargada de dar el visto bueno a los fichajes cuando dirigía al Werder Bremen. Beate no viajó a Portugal por el calor y, como Grecia ganó el primer partido, él le dijo que siguiera allí.
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