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Reportaje:Eurocopa 2004 | República Checa-Grecia, segunda semifinal

El desquite de Baros

El goleador llegó enrabietado por su conflicto con Owen y Houllier en un Liverpool que ahora, con Benítez, quiere retenerle

Un periodista chino dobla el espinazo sobre una valla para observar la tibia izquierda del máximo goleador, con cinco tantos, de la Eurocopa. Mientras tanto, Baros, ajeno a su curiosidad, contesta de pie a las preguntas con la misma determinación con la que juega: veloz y frontal. Huye de los circunloquios y es educado: "Sorry, sir", repite cada vez que no oye bien o no entiende una pregunta.

La escena se produce en la noche del domingo, en el estadio Dragão, de Oporto, cuando la República Checa acaba de desplumar a Dinamarca: 3-0. El reportero sigue agachado, indagando qué demonios quieren decir los caracteres tatuados en vertical en la trasera de la pantorrilla izquierda del checo. Como si fuera el secreto mejor guardado del goleador imprevisto, del delantero de moda después de que la gloria del inglés Rooney se esfumara por una lesión ante Portugal. Finalmente, se levanta con la derrota escrita en el rostro: "No es ni chino ni japonés. No he podido descifrarlo". Todo era mucho más sencillo. Bastaba con preguntar directamente a Baros: "¿Qué significa ese tatuaje?" "Mi familia", responde. Alguien se le acerca y le pide un autógrafo. Y entonces estampa una firma llena de grandes garabatos y coronada con un número al margen en pequeñito: el 15.

El joven delantero aspira a igualar el récord de Platini en 1984: marcar en 5 partidos seguidos
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Baros es más alto y más fuerte de lo que parece sobre el césped. Su espalda y sus brazos expulsan músculos pese a que su cara está aún sumida en la adolescencia. Y ofrece una sonrisa de conejo cuando se le interroga sobre cómo romperá la pétrea defensa griega. "A eso debe responder nuestro entrenador [Karel Brückner]". Lo que sí está a su alcance es igualar el récord de Platini, que marcó en cinco partidos consecutivos en la Eurocopa de 1984, la que Francia ganó a España.

"¿Nosotros la sorpresa? Acabamos invictos la fase clasificatoria", contesta la revelación del torneo, alguien que ha sorprendido a todos menos a sus compañeros. Su capitán, Nedved, ya lo advirtió: "Las estrellas serán Baros y Rosicky". Bingo en el caso del delantero del Liverpool y menos en el del volante del Borussia de Dortmund, que no consigue superar su timidez. Tampoco el técnico, Brückner, muestra el más mínimo gesto de asombro: "Es lo más natural que Baros esté entre los máximo goleadores. Marca de manera instintiva".

El instinto goleador vive en Baros desde que a los 6 de sus 22 años empezara a marcar en el Vigantia, su primer club. Siempre jugó en categorías superiores a su edad. Fue campeón de Europa sub 21, junto al portero, Cech, ante Francia en 2002. Pero en 2000, con 17, ya había sido también subcampeón sub 21 frente a la Italia de Marco Tardelli y Pirlo. Entonces fue cuando Gérard Houllier, entrenador del Liverpool, decidió ficharle y pagar 5,4 millones al Banik Ostrava, en el que había marcado 23 goles en 76 partidos. "Cuando un chico de 17 años actúa en un equipo sub 21 y en 20 minutos es decisivo debe de tener algunas cualidades", afirmó el preparador francés, que, paradójicamente, se convirtió en el principal enemigo del jugador una vez de que convenció de que abandonaría Anfield tras la Eurocopa. Pero su éxito en el torneo y la llegada de Rafa Benítez han cambiado el decorado. "Ahora partimos todos de cero", puso en boca de Baros la página web del Liverpool al día siguiente de sus dos goles a los daneses.

El caso es que Baros no ha sido feliz a orillas del río Mersey. Llegó como sustituto de Anelka, pero se le acumularon los problemas. En el primer curso, desmotivado y con exceso de peso, hubo de resignarse al segundo equipo mientras esperaba un permiso de trabajo que se retrasó. En el segundo, mejoró: marcó 12 goles. Y en el tercero, el último, se lesionó de gravedad -se rompió un tobillo tras una entrada de Babbel, del Blackburn- y el club le buscó un sustituto para la próxima temporada: el francés Cissé, del Auxerre. Un nuevo compañero para Owen, quien le dijo a Houllier que Baros y él son incompatibles.

Así que Baros se pasó seis meses lesionado y con las maletas listas. Encontró refugio en su novia, Eva, una modelo checa. Y empezó a prepararse para la Eurocopa: "Sabía que en junio podía estar listo". Comenzó con tantas ganas que a punto estuvo de estropearlo. Ante Letonia protagonizó un contragolpe con Nedved en el que, rodeado de contrarios, buscó la acción individual y negó el pase al capitán. Le robaron la pelota y, a continuación, marcó Letonia. Nedved le lanzó una demoledora mirada porque sabía lo que les iba a costar la remontada. La lograron, casi al final, y con un gol de Baros, que purgaba su pecado e iniciaba una imparable carrera para convertirse en el delantero por el que suspira Italia. Sus periodistas le acribillan a preguntas. Y él se deja querer, dolido como está con el Liverpool. Sólo Benítez puede convencerle de que siga bajo la mística de Anfield.

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