El anuncio perfecto
Cristiano Ronaldo, el nuevo héroe de los patrocinadores, abre la senda del triunfo luso con un gran cabezazo
Grandes ruidos precedieron partidos fríos, y hubo mañanas muy tranquilas que nunca hicieron pensar en partidos desaforados. La mañana de ayer tuvo largas columnas de hinchas holandeses recorriendo las avenidas de Lisboa con una orquesta que tocó Brazil, Go West, y La Marcha de Radetzky, entre un repertorio sorprendente, y amenazó con colapsar el tráfico. Fue para lo único que intervino la policía en esos momentos de alboroto que calentaron la ciudad antes del encuentro. La fusión del neo-nacionalismo portugués y el espíritu carnavalesco de los holandeses parecía anticipar algo extraordinario, alegre. Pero lo más extraordinario que se vio en el estadio de Alvalade fue a Cristiano Ronaldo marcar de cabeza y al juez de línea, Peter Ekström, levantar su banderita para señalar una recóndita falta de Van Nistelrooy que sirvió para anular el gol de Cocu y el empate holandés.
"Tiene una finta de nacimiento única", afirma su antiguo técnico en el Sporting de Lisboa
La nueva estrella es ese chaval de Madeira, pura fibra, puro diamante, el heredero de Figo
La música de la mañana no hizo pensar en un partido tan poco estruendoso. Controlado, aburrido, parejo por equilibrado, el duelo fue el sueño de los entrenadores hasta el gol de Cristiano Ronaldo. A partir de ese instante fue sólo el sueño de Scolari, que aprovechó la situación ventajosa para arengar a masas y tropas. De que la emoción fuera cosa inaccesible se encargó Ekström.
El sopor de los emparejamientos, de Seedorf con Costinha, de Robben con Miguel, de Figo con Van Bronckhorst, de Cocu con Deco y cada pieza en su sitio, marcó la primera parte. Hasta el descanso hubo dos sorpresas. Una, la anulación del gol holandés. La otra, el gol de Ronaldo, saltando en el segundo palo como un nueve, ante la perplejidad de Van Bronckhorst y para gloria del departamento de mercadotecnia del Banco Espirito Santo.
La gente reunida ayer en Alvalade ovacionó la insistencia de Figo, sus desbordes y su intento desesperado de rematar el partido como si fuera su último partido. "¡Figo, Figo, Figo...!", le cantó el público, ansioso por dedicarle un homenaje tras la humillación que sufrió al ser sustituido por Scolari en el partido contra Inglaterra.
Figo fue elegido el mejor jugador del partido por la UEFA. Pero la nueva estrella de Portugal es ese muchacho de Madeira, pura fibra, puro diamante en los lóbulos, que juega en el Manchester y que ya es el principal objetivo de los anunciantes portugueses. Cristiano Ronaldo es el heredero del siete de Beckham, Cantona y Best en el club inglés. En su patria, va camino de heredar a Figo en todos los escenarios. En el campo y en los carteles luminosos. Desde hace una semana, el Banco do Espiritu Santo eliminó de su alineación a Figo, que ya no aparece en la foto. Ahora es el turno de Ronaldo. Para eso es más joven, 20 años. Y para eso tiene una fortuna de 10 millones de euros, cobra 250.000 por hacer publicidad de la entidad de finanzas y depósitos, usa trajes de Armani y se hace mechas rubias. A la luz de las evidencias, Ronaldo es el representante perfecto de la modernidad. Mucha espuma, mucha belleza, mucha fotogenia. Mucho dribling que anuncia grandes gestas y termina en algo menos explosivo. Eso sí, como dice su ex entrenador en el Sporting de Lisboa, Rolao Preto: "Tiene una finta de nacimiento, única, y es la que sigue exhibiendo; y tiene algo que todavía no ha expresado totalmente, y es su capacidad para definir".
Cristiano Ronaldo no demostró esta capacidad para definir cuando Figo lo dejó solo ante Van der Sar, en los primeros minutos del partido. Pero estaba ahí, para recibir el balón. Igual que estuvo en el córner que le puso Deco en la cabeza y que Van Bronckhorst por poco le jalea. Remató sin que nadie le tocara. Solo en medio de la pradera, lejos del portero, fuera del alcance de los defensas. Se quitó la camiseta y se dirigió a las cámaras con su torso de Apolo al desnudo, para que vibraran los fotógrafos y las adolescentes. Luego vibró el estadio, se agitaron las bufandas rojiverdes, y la nación portuguesa se desembarazó de la melancolía. Ronaldo la hizo sentirse por fin, otra vez, ese "noble pueblo" de "héroes del mar", del que habla el himno. Y todo por el chaval de las mechas rubias. Ese chico vanidoso que vino de Madeira con 11 años para ser futbolista y que ayer grabó algo parecido al anuncio perfecto.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.