'El día de mañana'... o de pasado mañana (y II)
"CAEN CHUZOS DE PUNTA". Parece una expresión apropiada para resumir la trama del reciente filme El día de mañana (2004), de Roland Emmerich. En esta misma columna, anteriormente se pasaba revista a fenómenos atmosféricos de diversa índole (granizo, tornados...) que, en el filme, anticipan el inminente y devastador cambio climático que se avecina. Hoy se centrará en la verosimilitud del clima futuro que delinea el filme y en algunas de las controvertidas ideas científicas en las que se basa.
El océano Atlántico, con una extensión de 83 millones de kilómetros cuadrados, se caracteriza por su baja salinidad (unos 36 gramos de sal por kilogramo de agua), como consecuencia de los numerosos y caudalosos ríos que vierten en él sus aguas. De hecho, la salinidad de los océanos depende de, entre otros factores, los flujos de corriente, el ritmo de evaporación, las precipitaciones o el aporte procedente de ríos o de la fusión de icebergs y placas de hielo. El Atlántico se caracteriza por sistemas de corrientes de naturaleza más o menos circular: la corriente del Golfo (o gulf stream), en el norte, cuya circulación se lleva a cabo en sentido horario, y las corrientes de Brasil y de Benguela, en el sur (sentido antihorario).
La corriente del Golfo es una de las más intensas del planeta. Se sustenta de un complejo patrón en el que intervienen la acción del viento y el concurso de aguas de distinta densidad. El agua procedente del Atlántico norte, enfriada por los gélidos vientos del Ártico, presenta una mayor densidad y salinidad y tiende a hundirse hacia el fondo oceánico, iniciando un desplazamiento hacia el ecuador, durante el cual se calienta de forma gradual.
En sustitución de dicho flujo, la corriente del Golfo envía aguas más cálidas procedentes del golfo de México hacia el norte. La velocidad de dicha corriente se sitúa en torno a los 5 o 10 kilómetros al día. Su acción reguladora del clima en el norte de Europa (proporcionando una temperatura media unos 9 grados superior a la que correspondería en dichas latitudes) es sobradamente conocida.
El día de mañana, amparándose en teorías no completamente aceptadas en el seno de la comunidad científica, apunta un imparable deterioro de dicha corriente como resultado del calentamiento global, anticipando unos efectos que se manifiestan de forma devastadora en el norte de Europa y en otras zonas del hemisferio norte. Por otro lado, el filme se hace eco de los indicios de un súbito enfriamiento que presumiblemente aconteció en una parte del hemisferio norte al final de la última glaciación (hipótesis tampoco exenta de controversia entre los expertos).
Es lógico pensar que la significativa aportación de agua procedente del deshielo tuvo como previsible consecuencia una reducción de la salinidad del agua del Atlántico norte, reduciendo a la par su densidad e inhibiendo el proceso que da origen a la corriente del Golfo. Algunos expertos sugieren que esta cadena de acontecimientos pudo reducir drásticamente (o incluso llegar a anular) la corriente del Golfo, propiciando un cierto descenso de las temperaturas en el norte de Europa (unos 5 grados) en pocas décadas.
Nótese que se trata de un descenso moderado de las temperaturas y de escalas de tiempo relativamente grandes. De hecho, uno de los aspectos que ha desatado las más airadas críticas es precisamente la escala de tiempo en la que suceden los fenómenos que muestra el filme. Lo que en climatología podría suceder en una escala de tiempo de decenas de años, en el filme transcurre en cuestión de días (más, si cabe, en la versión española, cuyo título, El día de mañana, se anticipa 24 horas al de la versión original, The day after tomorrow, acaso por la diferencia horaria entre los continentes...).
Las previsiones futuras son difíciles de validar. Algunas observaciones recientes sugieren que, desde 1950, el flujo de agua fría en la zona comprendida entre Escocia y Groenlandia ha disminuido un 20%, lo que podría haber iniciado ya cierto deterioro en la corriente del Golfo. Algunos expertos apuntan hacia un empeoramiento de la situación si continúa la emisión de gases que causan el efecto invernadero. Pero no está claro si este panorama de inviernos más crudos en el norte de Europa, debidos a la ralentización de la corriente del Golfo, dominaría sobre el calentamiento producido por el propio efecto invernadero. O sea, que de momento no vale la pena invertir en ropa de abrigo.
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