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Eurocopa 2004 | Portugal-Holanda, primera semifinal

Vigilar a los suplentes

Si un entrenador se define tanto por su planteamiento de los partidos como por su capacidad para modificarlos o reaccionar frente a la adversidad, ha encontrado su profeta. Luiz Felipe Scolari, el de Portugal, ha hecho de las sustituciones un argumento de éxito: cinco de los seis goles conseguidos por el equipo anfitrión los han marcado futbolistas que empezaron en el banquillo de los suplentes. El centrocampista Maniche ha sido el único titular que ha logrado uno (1-0 ante Rusia) frente al bloque de los sustitutos: Rui Costa (por partida doble), Cristiano Ronaldo, Nuno Gomes y Postiga.

¿Intuición?, ¿dotes estratégicas?, ¿suerte?... Scolari apela a la ironía y dice que los cambios los hace "sin pensar", un sarcasmo ante preguntas que cuestionan la retirada del campo de Figo (dos veces) o las ausencias iniciales de Cristiano Ronaldo.

Sin duda, Felipão se la jugó ante Inglaterra, cuando, a 15 minutos del final y perdiendo (0-1), sustituyó a Figo por un ninguneado Postiga. Antes había retirado a Costinha (medio centro defensivo) para incluir a un extremo zascandil como Simão. Pues bien, a los ocho minutos de retirar a Figo, la conexión Simão-Postiga metió a Portugal en la prórroga. Scolari ofreció su cabeza con un cambio que puso los pelos de punta al público y al entorno periodístico. Pero su cabeza no rodó: salió coronada.

La teoría de la casualidad parece poco apropiada. Los cambios de Scolari responden a un sistema. Sus cinco delanteros han rotado sin sentirse jamás titulares indiscutibles y respondiendo a las exigencias del rival y al desarrollo del partido. Pauleta y Nuno Gomes se han alternado en los encuentros, contrastando la inteligencia del primero y la potencia del segundo. Simão y Ronaldo, muy similares en su juego, se han sustituido entre sí o han ocupado el lugar de un centrocampista (Costinha, Rui Costa o Figo) para abrir el juego cuando Portugal daba muestras de ofuscación. Al contrario, si eran frenados por sus marcadores, Rui Costa ocupaba el lugar de uno de ellos en busca de su gran habilidad como medio punta.

Scolari ha destrozado el morbo del conocimiento de la alineación. La puede anticipar sin peligro alguno. El problema para el adversario surge cuando mueve el banquillo, condenado a la extraña tarea de vigilar a los suplentes mucho más que a los titulares.

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