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Berlusconi anuncia una crisis de Gobierno tras su derrota en las elecciones locales italianas

Enric González

Silvio Berlusconi sufrió el domingo una nueva derrota electoral. La segunda vuelta de las elecciones locales se cerró con unos pésimos resultados para el presidente del Gobierno italiano, que ya salió tocado de las europeas. Berlusconi y Forza Italia perdieron la provincia de Milán, considerada el bastión del Cavaliere, y la coalición de centroderecha sufrió un espectacular retroceso: ganó en sólo 11 provincias, frente a las 52 obtenidas por el centroizquierda, y en ocho grandes municipios, frente a los 22 de la oposición. Berlusconi anunció cambios en su Gabinete para evitar una crisis política.

"La victoria en Milán es una señal para todo el país, el centroizquierda debe proseguir por la vía de la unidad", afirmó Romano Prodi, presidente de la Comisión Europea y, a la vez, líder de la oposición italiana. "El declive de Berlusconi ya es irreversible", proclamó Francesco Rutelli, líder del partido centrista La Margarita, coaligado en El Olivo con los Demócratas de Izquierda (ex comunistas) bajo el liderazgo moral de Prodi. Rutelli añadió: "La actual mayoría vivirá los dos próximos años [hasta las generales de 2006] en un estado de crisis permanente".

Quizá Berlusconi pudiera aún salir del bache y aspirar con alguna garantía a la reelección, pero la crisis de su partido, Forza Italia, y de su coalición, la Casa de las Libertades, parecía indiscutible. El presidente del Gobierno había perdido el aura victoriosa, y sus aliados se enzarzaron desde la noche del domingo en reproches y en exigencias de mayor protagonismo. Fueron sólo unas elecciones locales parciales, que no afectaron a ciudades como Roma o Nápoles, pero la señal emitida por las urnas resultó alarmante para la actual mayoría parlamentaria.

Berlusconi, que participaba en la cumbre de la OTAN en Estambul, intentó desdramatizar: "Habría sido mejor otro resultado, pero no cambiará nada. Nosotros tenemos desde 2001 un mandato para gobernar durante cinco años", declaró. También quiso relativizar la "traición" de la Liga Norte, el partido federalista y xenófobo de Umberto Bossi, al que los demás socios de la coalición acusaban de la derrota de Milán por haber presentado un candidato propio. Los neofascistas de Alianza Nacional y los centristas de la Unión Democristiana consideraban que los votos de la Liga, el elemento más incómodo en el Gobierno, no eran ya indispensables. "En la coalición todos son indispensables por igual", comentó Berlusconi, "aunque, en el caso del presidente del Gobierno, esa indispensabilidad es absoluta, porque es el único capaz de mantener unida la Casa de las Libertades".

En opinión de un alto cargo de la UDC, la difícil posguerra de Irak no había pesado de forma apreciable en los resultados, "porque nuestros electores siguen apoyando la presencia militar italiana". Según ese alto cargo, que habló bajo condición de anonimato, las causas de la impopularidad del Gobierno eran "la economía, que gestionamos mal, y la reforma federalista de la Constitución, que nadie comprende ni apoya, salvo la Liga, un partido que recibe solamente el 5% de los votos". "Si la reforma federalista se paraliza, abandonamos la coalición y forzamos unas elecciones anticipadas", amenazó la Liga por su parte.

Berlusconi regresó anoche a Roma con la intención de remodelar el Gobierno en el plazo de una semana. De forma paradójica, aseguró que no habría cambios, sino "entrada de caras nuevas". Fuera como fuera, AN y UDC esperaban que el líder de la Liga y ministro de Reformas, Umberto Bossi, que proseguía en una clínica suiza su rehabilitación tras una crisis coronaria y cerebral, perdiera su condición de "mejor amigo" de Berlusconi. Y que el ministro de Economía, Giulio Tremonti perdiera alguna de las carteras económicas que acumulaba.

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