La canción de Otto, "el alemán loco"
Rehhagel, el seleccionador griego despreciado por Beckenbauer en el Bayern, dedica una melodía a sus jugadores tras derrotar a Francia
La canción se extendió el viernes por la noche desde las gradas del estadio lisboeta de Alvalade hasta las calles de Atenas, la capital olímpica. Esta composición popular, de los hinchas para los hinchas, dice así: "El alemán está loco, / el alemán está loco, / está loco el tío de Alemania...". El alemán es el seleccionador de Grecia, Otto Rehhagel, responsable en buena medida de la eliminación de España y de la de Francia, por unos días todavía campeón vigente.
Después del partido contra Zidane y compañía, Rehhagel, el alemán, si no lo estaba, al menos parecía estar loco. Eso es lo que pensaron sus jugadores, tan atónitos como felices, cuando le vieron dedicarles una canción en su lengua con los vapores de la ducha colectiva del vestuario como coreografía.
Aficionado como es a la ópera, a los Rossini, Verdi, Wagner..., al bel canto y a las expresiones de lirismo en general, no se sabe si este hombre discreto se arrancó por el Parsifal o por La Leyenda de los Nibelungos en el desenfreno de la noche más dionisíaca en la historia del fútbol griego.
Lo cierto es que Rehhagel, que nunca habla con la prensa si puede evitarla, en la noche del viernes no la evitó. Y habló así: "Grecia es un equipo profesional, disciplinado. Yo por profesionalismo entiendo que, por ejemplo, si eres internacional, no puedes ir a las tres de la mañana a un bar y pedir un capuccino machiato".
Rehhagel se había arrancado definitivamente. En la noche del viernes se sentía liberado, por fin, para hablar sin complejos de las ideas que llevaron a la prensa alemana a insinuar que era un palurdo capaz de triunfar con equipos pequeños, como el Fortuna de Düsseldorf o el Werder Breme, pero inútil para adoctrinar instituciones de la grandeza del Bayern de Múnich en su particular teoría de la ofensiva controlada.
Este entrenador había tocado el cielo de Lisboa con las manos. Lo hizo casi diez años después de haber fichado por el Bayern, cuando el club bávaro era famoso por acumular estrellas de todos los colores en un clima de vedettismo que inspiró el rótulo de Bayern Hollywood.
Criado en una familia de mineros de la cuenca del Ruhr, este hombre, que ahora tiene 65 años, pero que parece mucho más joven, fue rechazado por las luces de Múnich. El presidente del club, Franz Beckenbauer, tras firmar su finiquito, pidió a los periodistas que apagaran sus micrófonos y les dijo: "Rehhagel es el peor entrenador que ha tenido el Bayern en su historia".
El viernes por la noche, en Alvalade, Rehhagel fue el comandante en jefe de la tropa que humilló a Zidane, el mejor jugador del mundo; dejó plano a Henry, el mejor delantero del mundo; tapó a Pires, el gran volante del Arsenal, y despidió a Trezeguet de la Eurocopa sin que pudiera marcar un gol.
"Para mí, ganar a Francia es ganar la Eurocopa", dijo Nikolaidis, el ex delantero del Atlético; "sabemos que, si nos toca la República Checa en las semifinales, tendremos que enfrentarnos al mejor equipo del campeonato, pero nos da igual. Puede ser que con los mejores nosotros juguemos mejor".
Nikolaidis recordó la victoria contra Portugal (3-1), el empate contra España (1-1) y la derrota ante la pobre Rusia (1-2), en la línea de rendimiento decreciente de su equipo hasta que jugó contra Francia. Contra Francia, los griegos actuaron con la regularidad de la gota malaya. "Juegan un fútbol simple", dijo Pires; "no les interesa tener el balón, pero, si lo tienen, lo usan con mucha sencillez, buscando los apoyos, los pases cortos, seguros, sin perder la posición".
"El secreto de este equipo es que disfrutamos de cada partido", sentenció Nikolaidis; "aquí no hay galácticos, pero sabemos jugar al fútbol y estamos unidos. En el vestuario nos hemos puesto a cantar con Rehhagel. No sé lo que cantábamos, pero cantábamos".
El ex sevillista Tsartas adornó la explicación: "Jugamos con dos carrileros, tres centrales y un centro del campo poblado y esperamos las dos o tres ocasiones que tenemos para marcar. Yo salgo en el minuto 60 para sacar las castañas del fuego".
Puesto a hacer confesiones, Rehhagel, que es capaz de irse un fin de semana a Nueva York para ver una ópera, salió del vestuario y dijo: "He cantado en alemán. Les he cantado una canción". Sólo Topalidis, su ayudante, nacido en Stuttgart, hijo de griegos, supo lo que cantó el técnico. Ni el doctor Hristopoulos, ni el masajista, Tsougos, ni Zagorakis, el capitán, ni Tsartas, ese doble de Anthony Perkins, ni los demás griegos entendieron la letra. Pero la acompañaron igual.
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