La última metamorfosis de Checa

Assen queda siempre en el recuerdo. Especialmente para Carlos Checa, porque en este trazado donde todo es imprevisible, sobre todo el tiempo, rozó ayer la que hubiera sido su tercera pole position de MotoGP. Salió a la pista con la calzada húmeda y marcó el mejor crono (1m 59,4s) de la jornada. Lo mantuvo hasta el último suspiro. Pero en su última vuelta, Valentino Rossi se lo arrebató, arañándole seis décimas. Dos Yamaha y una Honda, la de Sete Gibernau, abriendo la parrilla, una imagen desconocida este año en el Mundial.

Sin embargo, para el de Sant Fruitós, de 31 años, todo está cambiando muy rápidamente. Parecía haberse acostumbrado, a la fuerza, a ser un segundón, a no contar apenas en las quinielas de los laureles. La última vez que había subido al podio antes de llegar este año a Le Mans (FRancia) fue en Portugal -hizo segundo- en 2002. Y el año pasado lo pasó deambulando por los circuitos, logrando sólo tres cuartos puestos y dos quintos. Unos resultados muy pobres para un piloto de su categoría. ¿Sus dos únicos triunfos? Muy lejanos. El primero lo había logrado en Montmeló, en 1996, y el segundo en el Jarama, en 1998.

Entonces tenía 26 años y su carrera apuntaba hacia arriba. Era uno de los pocos pilotos capaces de luchar con Doohan y con Crivillé. Pero sólo dos grandes premios después de su última victoria sufrió un accidente en Donnington en el que se temió por su vida. Rozó la muerte por culpa de un coágulo en la cabeza. Y aquello marcó su futuro. "No fue sólo el accidente", recuerda ahora Checa. "Hubo otras circunstancias: entré en Yamaha en un momento difícil para los dos. Me notaba con déficits que ahora no tengo. El accidente fue un gran obstáculo: el reto era superar aquello, mi estado y mis propias reflexiones. Pero ahora es un referente: cuando algo no funciona me digo 'lo que es un problema es aquello', lo demás no".

Dos victorias pueden parecer poco cuando el tramo más largo de su carrera profesional parece haber ya transcurrido. Sin embargo, Checa vuelve a sonreir. Su última metamorfosis se ha producido con la llegada de Rossi a Yamaha. "Muchas cosas han cambiado gracias a él", reconoce. "Sin él no estaríamos donde estamos. El año pasado hubo demasiados cambios, dábamos bandazos de un extremo al otro. Cuando llegaba la carrera, ni la moto estaba a punto ni yo tampoco. Ahora, Yamaha está trabajando de forma más metódica en la dirección que todos queríamos. Y los resultados están ahí".

El salto de Yamaha ha sido tan espectacular que ha producido un auténtico quebradero de cabeza a Honda, gran dominadora el año pasado. Tres victorias de Rossi en cinco carreras. Un segundo puesto de Checa -en Francia- y ayer dos Yamaha en primera línea en Assen. "Hemos mejorado un segundo o 1,5 segundos por vuelta en relación al año pasado", dice Checa. "Pero lo que marca la diferencia con Honda es básicamente Rossi. Tenerle al lado es una ventaja: es el mejor piloto y tiene el mejor equipo. Para mí es una motivación. Me obliga a romper mis límites".