Un cóctel para bajar 23 centésimas en dos años
Todo debía de ser más sencillo en los tiempos de Ben Johnson, el velocista canadiense que dio positivo por estanozolol en 1988 después de correr los 100 metros en 9,79 segundos. Entonces, el arsenal dopante a disposición de los deportistas tramposos era más limitado. Había estimulantes, por supuesto, pero la base de los velocistas era los anabolizantes, los ciclos de esteroides, variaciones sobre un mismo tema. La EPO empezaba a dar sus primeros balbuceos, pero su uso no estaba aún tan extendido como llegó a estarlo en los 90 y depués; la hormona del crecimiento aún no se había sintetizado en los laboratorios y la que se distribuía clandestinamente por las mafias del Este -extraída de la pituitaria de los cadáveres- llevaba el peligro de una posible contaminación que condenaba al usuario a sufrir la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob, y aún no se había estudiado a fondo las maravillosas posibilidades anabolizantes de la insulina.
El protocolo del 'proyecto récord del mundo' se inició en noviembre de 2000
En otoño de 2002, en París, un atleta batió por primera vez, 14 años después de Johnson, la marca de 9,79s. Se llama Tim Montgomery. Tiene 27 años.
Dos años después, a raíz de que la policía estadounidense empezara a desmantelar el chiringuito de Victor Conte y su red de distribución de THG, sobre Montgomery, que nunca ha resultado positivo en un control, llueven las acusaciones de dopaje. La USADA -la agencia antidopaje de Estados Unidos- le ha sometido a una tortura similar a la de la gota malaya. Cada día, una pequeña insinuación, una filtración mínima a la prensa, un rumor, una insidia que afectara también a la madre de su hijo, Marion Jones. Finalmente, la USADA le envió una carta por el correo temprano -al igual que a sus colegas, menos reputados pero igual de sospechosos, Alvin Harrison, Chryste Gaines y Michelle Collins. En esa carta le dicen las pruebas que pesan en su contra. Se maravillan por la sofisticación y variedad de sus ingestas dopantes, por la receta milagrosa de un cóctel que asocia ocho productos variados, algunos de los cuales ni se sospechaban que tuvieran utilidad para un velocista que en teoría sólo necesita hacer crecer sus músculos más y más. Le explican las razones por las que sospechan que ha utilizado esas sustancias -análisis de laboratorios, declaraciones de Conte, palabras de algún otro testigo...- Le acogotan. Le recuerdan como todo el plan nació en noviembre de 2000, un mes después de los Juegos de Sydney, cuando se puso en manos de un comité de sabios que habían pergeñado el Proyecto récord del mundo: Conte, su entrenador Trevor Graham, el entrenador de Ben Johnson, Charlie Francis, y Milos sarcev, un fisioculturista.
A esa carta tuvo acceso el diario Los Angeles Times, que la publicó. En diciembre de 2000 se puso en marcha el protocolo con norboletona -un esteroide sintetizado en Rusia en los años 50 pero que nunca llegó a comercializarse por sus efectos dañinos para la salud, y que, por lo tanto, era indetectable-, en mayo, como demuestra un análisis de sangre en el que el hematocrito le había subido al 52%, le añadió EPO, el elixir milagroso de los ciclistas que en teoría sólo es útil para deportes de resistencia, pero que se descubre que aumenta la capacidad de recuperación de los velocistas, quienes pueden aumentar enormemente sus cargas de trabajo. Y después, según la carta de la USADA, utilizó testosterona sintética, una crema con testosterona y epitestosterona, para eludir los controles, trenbolona y THG, otros dos anabolizantes, más hormona del crecimiento, que multiplica los efectos de los anabolizantes y ayuda a reducir grasas -a cambio provoca acromegalia, crecimiento desmesurado de las extremidades y la mandíbula-,insulina y el estimulante modifinil, al que creían libre de toda sospecha ya que no estaba incluido nominalmente en la lista de productos prohibidos.
Gracias al cóctel, según la acusación, Montgomery, cuya mejor marca era 10,01s, llegó dos años después a 9,78s; con el cóctel, al hacerse pública la receta, ha llegado también a la pérdida total de su reputación y a una suspensión perenne.
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