Batacazo alemán
Los de Völler se despiden del torneo tras caer ante los suplentes de la República Checa
El clamor de la grada alemana, "Deutschland über alles", desató el estruendo en el estadio de Alvalade. La gente se aferró al himno nacional para que sus muchachos se sintieran estimulados, pero lo que necesitaba Alemania era jugar bien al fútbol y eso ayer no lo habría hecho ni escuchando a Bach por megafonía. Por más saques de esquina que lanzaron, por más rechaces que atraparon, por más disparos que ensayaron desde lejos y balones que descolgaron desde las nubes, los alemanes acabaron por claudicar ante una selección que es la gran novedad de la Eurocopa.
Fue uno de esos partidos con aroma a farsa, tan frecuentes en esta competición. Los jugadores no sabían si divertirse, especular o jugarse las rodillas en cada acción, porque no tenían claro si jugaban para clasificarse, para competir, o para exhibirse en el mercado de verano. Los checos salieron a distraerse, con el talante de los equipos que se sienten respaldados por la suerte y la jerarquía. Tranquilos. Enfrente, los alemanes tantearon con mano fría. Y lo que descubrieron los inquietó.
Los germanos cierran su periplo con sólo dos goles a favor y sin haber ganado ningún partido
Debió sentirse extraña la gente de Völler, cuando cayó en la cuenta de que el banquillo checo les había robado el balón. Nowotny, Hamann, Ballack, todos los veteranos, perdieron la pelota y retrocedieron. Se metieron en su campo y durante unos momentos vacilaron. El equipo que los empujaba estaba formado por los suplentes de la República Checa salvo tres: Galasek, Jiranek y Heinz. Y entre Galasek, Tyce y Heinz se valían para mover la pelota. La tocaban. La distribuían.
Hamann, Nowotny y Ballack, fundamento del equipo alemán, son tres jugadores indefinidos. Los dos primeros son planos, parecen productos de una línea de montaje. El último es igual sólo que más hábil. Igual de poderoso, igual de muscular, Ballack es más acrobático. Se trata de un volante mentiroso, un falso armador, un nueve camuflado en el medio campo que se rodea de gente a su servicio. A los costados, carrileros que la cuelgan; adelante, uno que se la deja; detrás, dos que inician la jugada En este esquema, el atolondrado Schweinsteiger resulta disonante. Pero al fin, todo el equipo, toda la máquina, comienza y termina en Ballack de un modo inalterable. Balón largo, centro, rechace y remate; balón largo, centro, rechace y remate... El remate, o el último pase, si se pueden hacer con la cabeza, mejor. Con el pie, los nuevos alemanes no suelen ser tan precisos como los antiguos.
El funcionalismo de la nueva Alemania sirve hasta cuando el equipo no tiene la pelota. Tiene un punto flaco: sólo cobra sentido cuando hay un futbolista que sabe hacer algunas cosas propias del oficio. Ballack lo demostró ayer con el remate que adelantó a su equipo. Un zurdazo precioso desde fuera del área, a la salida de un centro, y un rechace, tras un balón largo. La pelota entró como un misil en la escuadra derecha de Blazek. Pero, ¿y el día que no juegue Ballack?
El gol de la estrella del Bayern no serenó a Alemania. El equipo siguió sin tener la pelota porque de los dos conjuntos que se reunieron en Alvalade, sólo los checos tenían medios de verdad. Tyce, un mediocampista del Múnich 1860, y Galasek, el medio centro del Ajax, manejaron a la República Checa con compás seguro. La llevaron lentamente hasta el área de Khan, elaborando sin mucho efecto, pero creando ocasiones.
En una falta al borde del área, Heinz clavó el tiro por la escuadra. El partido estaba empatado y los alemanes comenzaron a impacientarse. La primera parte terminó con una entrada de Nowotny a Heinz. El central se lanzó a por el checo como si hubiese visto a Pelé irse solo. Pero Heinz no tiene más gloria que unas temporadas en el Hamburgo; estaba a 70 metros de la portería de Khan y, además, pegando a la banda.
El cambio de Galasek por Hubschman en la segunda mitad dejó a los checos sin su gran conductor y Alemania se atrevió a llevar la iniciativa, pero torpemente. Jeremies, que entró para acompañar a Ballack, no deja de ser una mala compañía. El equipo no tiene a nadie que meta un pase al hueco, ni que tire una pared apretada. Así es que la única salida que vieron los alemanes para llegar al gol fueron los centros, las faltas y los córners. Pero no hubo magia. Sólo fe, fe sin juego, y una crisis que el subcampeonato en el Mundial de Corea y Japón sólo ayudó a incrementar. El gol del apuesto Baros, tras un fallo de Kahn, sepultó todas las esperanzas.
Alemania, la gran Alemania, terminó ayer la Eurocopa con sólo dos goles a favor y sin ganar ni un solo partido.
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