El Papa riñe
Me parece que el Pontífice ha cogido gusto a reñir a mandatarios. Hace dos semanas riñó al presidente norteamericano y ahora le toca a España, aunque no por los mismos motivos. A mí me parece que la política exterior de Bush merece ser criticada. Sin embargo ya no veo tan claro qué es lo que faculta a un papa a distinguir el bien del mal y a juzgar los actos de los demás, salvo la facultad que posee para ello como humano.
Si yo tuviera fe, probablemente sería más comprensiva y tal vez estuviese encantada de que exista en el mundo alguien que sabe en todo caso lo que está bien hecho y lo que está mal, porque el creador del universo le mantiene informado en tiempo real.
Pero algunos de mis mejores amigos son católicos y tampoco creen que el jefe de su Iglesia tenga tanto poderío. Creen que es una persona sometida a las debilidades que nos aquejan a los demás mortales y, por su oficio, especialmente a algunas que suelen cebarse con los poderosos del mundo, como la vanidad o la soberbia.
Entre las medidas que, con un exceso de prisa a mi entender, están tomando nuestros gobernantes, algunas me parecen especialmente oportunas; y son esas precisamente las que ahora han caído bajo la admonición papal. Desarrollar el derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo, tratar a los ciudadanos con independencia de su orientación sexual, y considerar la religión como atributo y derecho particular de los ciudadanos y no común a la sociedad. En esas cosas diferimos el primer ciudadano del Estado Vaticano y esta modesta ciudadana española. Aún existen entre nosotros otros puntos de desacuerdo, como la investigación con células madres, en los que no insistiré porque no han salido en el sermón.
Pero hay otra diferencia entre ambos, más sustancial. Y es que yo pongo y quito a mi presidente con mis votos. Y aunque es cierto que en ese aspecto mi voto no vale más que el de cualquier cura español, mi voto y el de ese cura valen más que el del Papa, aunque el suyo pese mucho en el Estado que preside. Así que a mi presidente le riño yo cuanto quiero, pero me parece francamente mal que le riña el Papa o el Dalai Lama.
Además, desde que vamos a tener Constitución europea nuestra responsabilidad como ciudadanos es mayor, para bien y para mal. Esa es nuestra condición humana en su mayoría de edad. Sería bueno que él la respetase, en justa reciprocidad por el respeto que quisiéramos seguir manteniéndole.
Abroncar al señor Zapatero se está haciendo un deporte popular. Si seguimos así, cualquier día le va abroncar también algún mulá. Y ya puesto, puede que le lance alguna fatwa. A ver quién coge luego el tren de cercanías para poder leer a Borges o descubrir el jazz.
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