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Reportaje:FÓRUM DE BARCELONA | Espectáculos y organización

De la cárcel al escenario

La compañía de teatro Yeses, integrada por reclusas, presenta 'Libertas, libertatis'

Lluís Pellicer

Elena Cánovas aprobó las oposiciones para trabajar en la prisión Madrid 1 Mujeres de Alcalá Meco en 1979. Empezó su tarea con ilusión. Tras casi 40 años de dictadura, por fin se empezaba a hablar de reinserción social y no sólo de castigo. Sin embargo, cuando le entregaron el uniforme y las llaves y le asignaron sus funciones, sus esperanzas se hicieron añicos. Así que decidió estudiar arte dramático, sin saber que unos años más tarde esta decisión le permitiría retomar sus intenciones iniciales como funcionaria de prisión.

"En 1985, la situación ya había cambiado. Teníamos un casi recién estrenado Gobierno socialista y una nueva directora de la prisión que vio con buenos ojos el proyecto de montar un grupo de teatro en el recinto", explica. Se creó entonces la compañía Yeses para llevar a cabo un programa de reinserción y reeducación social. Las primeras actrices representaban sainetes, luego se atrevieron con una obra de Federico García Lorca y más tarde se iniciaron en el teatro del absurdo. Casi siempre cargaban las tintas en los contenidos de denuncia social e interpretaban a personajes marginados. Si éstos eran masculinos, pues se vestían de hombres.

Lo que en ningún caso se plantearon era traspasar los muros de la cárcel, y menos ser la única formación teatral del mundo compuesta por reclusas y profesionales de la interpretación. Pero en 1989 el texto Mal bajío (escenas de una cárcel de mujeres) recibió el Premio Calderón de la Barca y el nombre de la compañía apareció en los carteles de decenas de teatros de España. Incorporó también actores para desempeñar los papeles masculinos y muchos famosos, como Loles León y Liberto Rabal, participaron en sus creaciones. Yeses presentó ayer Libertas, libertatis, la obra con la que estará durante más de un mes en el Fórum. En esta ocasión, la pieza trata de cuatro prófugas de las cárceles del Imperio Romano. Una vez fuera, las mujeres se unen para buscar una ley que, según cuenta una vieja leyenda, las hará libres y ciudadanas romanas.

No fue fácil seguir la senda que condujo a las mujeres de la compañía de la cárcel a los escenarios. "Al principio tuvieron que soportar muchas cosas, como salir esposadas para poder ir de bolos. Era complicado coordinar un proyecto que integraba gente de dentro con actores de fuera. Y además se añadía el papeleo y la burocracia propia de un centro como el de Alcalá Meco", lamenta Cánovas. Las actrices bromean con la que consideran que es su palabra sagrada: permiso. Se precisa para todo: para ensayar en la prisión, para que los actores profesionales puedan entrar en la cárcel, para pasar más tiempo practicando o, como sucede en esta ocasión, para viajar.

Lograr un papel tampoco es fácil. "Muchas compañeras se apuntan enseguida a teatro. Pero es cuando te subes a un escenario cuando ves si te cuesta o no, y entonces algunas piensan que no es lo suyo y deciden ayudar, por ejemplo, en la confección del vestuario", tercia Soledad Ribas, actriz de la obra. De lo que cuesta llegar a interpretar un papel también dan fe las horas de trabajo que han empleado las mujeres. "Desde marzo, hemos ensayado mucho. Todos los días, incluidos los sábados y domingos. Y cuando los chicos podían trabajar con nosotras, el horario pasaba a ser ya intensivo", cuenta Scintilla, otra actriz. Algunas hasta han descubierto su vocación. "¿Que si me gustaría ser actriz cuando salga? Me encantaría. Pero a mi edad sólo puedo soñar un poco y no caerme de la cama demasiadas veces", bromea Ribas.

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Sobre la firma

Lluís Pellicer
Es jefe de sección de Nacional de EL PAÍS. Antes fue jefe de Economía, corresponsal en Bruselas y redactor en Barcelona. Ha cubierto la crisis inmobiliaria de 2008, las reuniones del BCE y las cumbres del FMI. Licenciado en Periodismo por la Universitat Autònoma de Barcelona, ha cursado el programa de desarrollo directivo de IESE.

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