La apuesta era Raúl y con Raúl se capituló
El capitán ha ratificado que el cambio de su club al equipo nacionalno ha variado su precario estado de forma y su desconexión con el gol
Nadie como Raúl personifica mejor el fracaso de España en Portugal. El delantero del Madrid vive un desencuentro con la selección española en las fases finales de los grandes torneos. En el Mundial de Francia de 1998 acabó como suplente del equipo de Javier Clemente en el último partido, contra Bulgaria; en el de Japón y Corea de 2002, con José Antonio Camacho, no pudo disputar el encuentro de los cuartos de final, frente a Corea del Sur, por una lesión muscular; en la Eurocopa de Bélgica y Holanda de 2000 falló un penalti contra Francia, también en los cuartos, y en el presente campeonato su actuación ha reincidido en el debate que ya provocó su convocatoria después de protagonizar una mala temporada con su club.
Para el recuerdo sólo queda su precioso taconazo en el tanto de Morientes a Grecia
Ha sido más protagonista por su ascendiente sobre el grupo que por lo hecho en el campo
Raúl se ha desvivido en sus funciones de capitán hasta la eliminación del equipo. Los internacionales españoles camparon ayer a sus anchas, cada uno por su lado, desperdigados por distintos aeropuertos y aviones, y el madridista se quedó en Lisboa porque tenía previsto reunirse con Figo y pasar un día de asueto en el Algarve. Le convenía desmarcarse de la controversia que ha originado su actuación en la Eurocopa. La apuesta era Raúl y con Raúl capituló la selección. La suya ha sido una actuación menor si se atiende a su currículo y ha ratificado punto por punto que el cambio de club a selección no ha cambiado su precario estado de forma y desconexión con el gol.
Para el recuerdo queda más que nada su preciosa maniobra, culminada con un taconazo, en el gol de Morientes a Grecia. No hay más noticias importantes en sus actuaciones y sí la sensación de que su productividad no ha estado al alcance de su categoría ni del puesto que ocupaba. Futbolistas como Valerón, autor del tanto contra Rusia, o Xavi, inédito en una extraña decisión de Iñaki Sáez, han quedado relegados porque el seleccionador entendía que Raúl era el único titular indiscutible y, además, le quería como enganche y no como delantero quizá porque su promedio goleador ha sido más bajo que el de otras temporadas.
Máximo goleador de la selección con 38 tantos en 74 partidos, desde que debutó en Praga el 9 de octubre de 1996, en el ejercicio que finaliza ha clavado 26 dianas, tantas como años cuenta. La fascitis plantar que le ha torturado no se ha evidenciado en el torneo o, al menos, los doctores no han hablado de que tuviera problemas. Físicamente, sin embargo, a Raúl no se le ha visto en forma. Para aspirar a una clasificación histórica, la selección necesitaba su mejor versión y su actuación ha sido especialmente discreta pese al empeño del técnico vasco en alinearle.
Raúl ha sido más protagonista por el ascendiente que tiene sobre el grupo, más en decisiones como la de abrazarse todos mientras sonaba el himno nacional que sobre la cancha. Fuera del campo se ha mostrado sonriente y hasta encantador. Como jugador, en cambio, no ha exhibido su garra ni su experiencia. "Hay que jugar como si fuera la última vez", proclamó antes de acudir al torneo y en el estadio Alvalade firmó, no obstante, la rendición.
Más que su presencia en la selección, por mucho que su convocatoria diera que hablar ante ausencias como las de Mista y Reyes, hoy se discute sobre su demarcación. El cuadro se ha plegado al convencional 4-2-3-1 y ha despreciado otras fórmulas, como el 4-3-3, cuya principal finalidad es crear superioridad numérica en el centro del campo. El dibujo empleado por Sáez no ha funcionado porque el equipo ha estado muy desconectado, falto de pase interior y, sobre todo, de remate. Frente a Portugal, por ejemplo, la pareja Xabi Alonso-Albelda naufragó y el conjunto no tuvo la pelota ni supo contener al rival, muy presionante, más convencido de su triunfo.
España ratificó que es un equipo difícil de ganar de la misma manera que se comprobó que la derrota siempre llega en el peor momento. A día de hoy, no sólo carece del futbolista desequilibrante que exige un sistema como el 4-2-3-1, porque Raúl no ha estado fino o se le ha visto fuera de lugar, sino que se impone revisar su organización.
Pese a que ha funcionado aparentemente en la defensa -dos goles recibidos en tres partidos-, continúan sin resolverse dos asuntos capitales que ya se apuntaban en el estreno de Sáez en Hungría, el 21 de agosto de 2002: no hay un lateral izquierdo solvente y la pareja de centrales no es una garantía.
Más reproches merece su comportamiento ofensivo: sólo dos goles a favor. El equipo no genera las suficientes ocasiones para resolver los partidos aun cuando dispone de muchísimos recursos. Y es ahí donde Saéz no ha estado especialmente feliz en sus intervenciones.
La actuación de la selección en Portugal ha recordado las que ya tuvo en la fase de clasificación contra Grecia e Irlanda del Norte y que el partido de vuelta de la repesca contra Noruega había desmentido.
Vuelve España al punto crítico, con la afición pendiente del futuro de Sáez, que ni ha dado bola a todos los jóvenes con los que conquistó el Mundial juvenil de Nigeria, especialmente a Xavi, el mejor especialista en las jugadas de estrategia, ni tampoco se jugó la clasificación en el tercer partido con su alineación preferida, que precisamente comienza por Etxeberria y no por Joaquín.
Al igual que Raúl, el seleccionador se quedó a mitad de camino, en tierra de nadie, sin saber cuál era la mejor pareja, la combinación más fuerte, y el equipo no tuvo por una vez ni épica ni estética. De la duda sobre con quien se combina mejor Raúl, si con Valerón, Morientes o Fernando Torres, se pasó después a preguntarse sobre el puesto que debía ocupar para acabar preguntándose si tenía que jugar. Raúl prefirió taparse los oídos e irse al Algarve con su amigo Figo a la espera de tiempos mejores. El debate continuará más tarde en el Madrid.
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