Valencia encuentra un torero
Todo lo que le faltó de fuerzas a la novillada de Osborne, le sobró de nobleza. Y además tuvo un fondo de calidad nada escondido. De todo ese lote, el sexto, el de más entidad, fue novillo de nota. Cumplidor en varas, tuvo una tremenda alegría en el tercio final. Incansable y repetidor.
El temple inyectado por Juan Ávila al tercero le dio oxígeno. Con las ideas muy claras y muy buen gusto, Ávila se adaptó al guión que marcó el novillo. Las series por ambas manos, bien recocidas, con una notable marca de madurez. En una labor que destacó, sobre todo, el toreo al natural. Al gran sexto lo recibió muy bien a la verónica, marcando los tiempos necesarios para dar entrada y salida al bravo novillo. Otra faena ligada, más atada por la izquierda que por la derecha, en este caso algo más precipitado. De cualquier manera, faena de mucho eco y bien planteada. Y siempre con el buen gusto por delante. Con Juan Ávila, Valencia parece estar en el camino de encontrar el torero que busca en este certamen.
Osborne / Picazo, Cubas, Ávila
Novillos de José Luis Osborne, correctos de presencia, nobles y sin fuerza. Gabriel Picazo: saludos y saludos tras aviso. Juan Carlos Cubas: saludos y silencio tras aviso. Juan Ávila: oreja y oreja Plaza de Valencia, 19 de junio. 3ª Novillada del certamen "Valencia busca un torero". Un cuarto de entrada
Las dos faenas de Gabriel Picazo fueron sendos prometedores proyectos que no terminaron de tomar forma. Hubo toreo de buen gusto con la izquierda al primero, hasta que el novillo dijo basta y se echó. En el cuarto repitió el buen concepto. Muy metidos los riñones en cada muletazo. Siempre muy abrochado, también a veces algo forzado.
Los dos novillos de menos fuerzas, que ya es decir, del encierro fueron los del peruano Juan Carlos Cubas. Dos faenas de idéntico corte. Muchos muletazos, ninguno malo, pero indiferencia total. Dos trabajos escritos con correcta caligrafía, pero vacíos de mensaje. En el quinto, un berrendo que recordó al histórico Atrevido que inmortalizó Antoñete, el trabajo fue más de forcejeo. Un cara a cara con el novillo, que sólo acudía al paso y muy remolón, una lucha desigual.
Babelia
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