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IDA y VUELTA
Columna
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Miseria electoral

Veo a los dirigentes de Esquerra Republicana de Catalunya brindar con cava para celebrar los resultados de las elecciones del 13 de junio. Son de los pocos que tienen motivos para estar contentos. Otros han optado por centrar la decepción en la participación y, de este modo, disimular deserciones masivas de, pongamos, más de 300.000 votos. Puestos a ser moderadamente optimistas, sería bueno no criminalizar tanto la abstención. Si sólo podemos votar una parte representativa del Parlamento Europeo, no deja de tener su lógica que sólo acuda a votar una parte representativa de los electores. El ritual electoral trajo consigo el habitual despliegue de propaganda (¿cuánto costará la suma de toda la propaganda europea?). En general, la propaganda suele ir directamente a la basura, aunque a veces uno siente la perversa curiosidad de ver la sonrisa del candidato.

En esta ocasión, no dediqué demasiado tiempo a la contemplación de sonrisas. Ningún sobre llamó mi atención hasta que, una semana antes de los comicios, recibí uno dirigido primero a mi nombre, en segundo lugar al de mi mujer y en tercer lugar a una persona cuya identidad desconocía, todo, repito, en el mismo sobre (mi mujer recibió el suyo, con mi nombre en segundo lugar y el misterioso tercer hombre). Contenía la propaganda de Esquerra Republicana de Catalunya. Que estuviera dirigido a mí resulta hasta cierto punto comprensible. Que incluya el nombre de mi mujer ya es más extraño porque ni estamos casados, ni tenemos cuentas corrientes ni propiedades conjuntas, ni somos socios de una asociación para la defensa de, pongamos, el mamón ibérico. Por desgracia, no es la primera vez que mi mujer y yo compartimos un sobre electoral y habrá que atribuirlo al respeto que los partidos tienen por la Ley de Protección de datos.

Pero sigamos. Del tercer nombre no sabía nada y me intrigaba. ¿Y si en mi domicilio habitaba algún ser perteneciente a la dimensión de hombres invisibles? ¿Y si era el nombre del futuro amante de mi mujer brutalmente anunciado con esta presencia en la correspondencia? Investigué: el nombre corresponde al propietario anterior del piso en el que resido desde hace nueve años. ¿Cómo obtuvo Esquerra Republicana esta información? No intentaré averiguarlo, pero, sea o no legal, resulta escandaloso que un partido tenga acceso a una información sobre mis circunstancias que ni siquiera yo conozco. Por supuesto, a los demás vecinos de mi escalera también les ocurrió lo mismo. Es un detalle menor, una anécdota, pero proporciona pistas sobre qué clase de individuos nos piden el voto. Si no son rigurosos con algo tan simple como un sobre de propaganda, ¿qué ocurrirá cuando se ocupen de la sanidad, la educación o la cultura? La izquierda suele ser la primera en presumir de defender la libertad individual, en quejarse de lo amenazante que resultaría un mundo controlado, con toda esa retórica del Gran Hermano. En la práctica, el Gran Hermano también es, como ya escribió Orwell, una práctica típica de la izquierda totalitaria. ¿Razones para que ocurran estas cosas? Probablemente habrá una empresa de por medio o un consejo asesor en el que imperan la negligencia, la prisa o la falta de escrúpulos. O peor todavía: habrá alguien capaz de defender que eso ocurra acogiéndose a un vacío legal o a un agujero negro de decencia e inteligencia. Pero ya que saben cosas sobre mí que ni siquiera sé yo, aprovecho para recordarles que por culpa de este sintomático incidente, y aunque en una ocasión recuerdo haberles votado, no volveré a hacerlo. Lo digo por si quieren ahorrarse el sobre.

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