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Reportaje:Eurocopa 2004 | Portugal-España, un duelo decisivo

La hora del 'Tiburón'

César repite en la selección su papel en el Deportivo, el de un suplente requerido para choques cruciales

Xosé Hermida

Fue un futbolista precoz, que debutó en Primera con 18 años, cuando sus compañeros del Oviedo empezaron a llamarle El tiburón. Luego, los avatares tortuosos del fútbol le obligaron a especializarse en lo excepcional. El destino de César, asturiano de 27 años, es pasar largas temporadas en el banquillo para emerger en caso de urgencia, que, por algún motivo insondable, suele coincidir con un partido crucial. Puede ser una final de Copa o una semifinal de la Liga de Campeones, como le ha ocurrido con el Depor. O incluso algún choque trascendental de la selección, en la que lleva algún tiempo pese a jugar poco en su equipo. César fue requerido a última hora para cubrir la baja de Helguera en Noruega, en la última oportunidad que tenía España de pillar un billete para la Eurocopa. Ahora todo hace indicar que le corresponderá reemplazar mañana al sancionado Marchena.

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César aún arrastra las cicatrices de la última vez que le tocó salir el día de la gran función tras haberse perdido los ensayos. Fue hace tres meses, cuando el Deportivo perseguía en Riazor ante el Oporto el sueño de la final de la Copa de Europa. A César le encomendaron suplir a Andrade, misión peliaguda, entre otras cosas, porque la gran virtud del portugués, una rapidez impropia de un central, es precisamente la carencia física más llamativa del asturiano. Pese al ambiente de sospecha entre el público, César se sentía avalado por su magnífico rendimiento en ocasiones similares, como el choque de Noruega o la Copa conquistada por el Depor en el Bernabéu. Su confianza creció tras una primera parte pletórica. Pero la desgracia le esperaba en una esquina del área, al poco de la reanudación. Se dejó liar por un caracoleo de Deco, metió la pierna a destiempo y provocó el penalti que eliminaría al Depor.

Deco, quien las últimas semanas había rondado como una presencia fantasmal en la mente de César, volverá a aparecérsele mañana en el estadio Alvalade. "No voy a estar dándole vueltas a eso toda la vida", contestó a los intentos de la prensa de hurgar en el recuerdo. Sus amigos dicen que es un tipo con entereza que no se atormenta por los errores, pero éste le ha perseguido durante semanas, hasta el punto de que el propio jugador llegó a confesar a sus conocidos que estaba seguro de que el deslizante Deco le dejaría fuera de la lista para la Eurocopa.

Sáez no se lo tuvo en cuenta, renovó su confianza en él, y César se ve ahora en un trance ya conocido. Los entrenadores que le han tenido a su mando coinciden en que el defensa, forzado a las apariciones esporádicas y estelares, necesita, en realidad, acumular partidos para ofrecer su mejor versión. "No es rápido, pero tiene una gran potencia y eso se refuerza jugando mucho", dice Fernando Vázquez, el técnico que le hizo titular en el Oviedo. La inactividad le afecta más que a otros por su tendencia a engordar. Pese a una profesionalidad que todos juzgan intachable, las lesiones le ocasionan un doble martirio, porque tiene que dedicar un tiempo extra a perder peso. Esa ha sido una de las razones de que haya sido un indiscutible para Javier Irureta. En sus cuatro años en A Coruña ha sufrido varias lesiones, y sus periodos de convalecencia resultaron casi interminables.

A César le pusieron El tiburón por su envergadura física y porque, según Rivas, su ex compañero en el Oviedo, cada acometida al contrario parecía una dentellada. No es que se emplease con violencia, sino que su impetuosidad y su envergadura (1,85 m.) abrumaban a los contrarios. Nunca ha sido un defensa que se sienta cómodo con la pelota, a no ser que le llegue por el aire. "En el juego aéreo, casi es mejor atacando que defendiendo", sostiene Vázquez. Aquel año en el Oviedo, acabó la temporada con cuatro goles al tiempo que aprendía el oficio defensivo del ruso Onopko. Cuando llegó a A Coruña, se matriculó en Arquitectura y dio rienda suelta a su afición por el arte. Su casa está llena de cuadros de artistas contemporáneos y ha trabado amistad con pintores muy conocidos en la ciudad. A uno de ellos, Xaime Cabanas, le inspiró sentimientos artísticos cuando le vio caminar una noche por las piedras del casco histórico de Santiago. "Con lo grande que es, parecía andar como un bailarín", contó Cabanas en la revista del Depor. También le gusta la música en directo, sobre todo si es de sus paisanos Ilegales o de los gallegos Siniestro Total.

Ante Portugal, César jugará se enfrentará a un delantero que conoce muy bien, Pauleta, compañero suyo una temporada en el Depor. "Será un duelo muy físico", aventura Francisco Melo, segundo entrenador del club gallego. "César tendrá que estar muy atento porque Pauleta es de esos jugadores que persevera y persevera. No tiene una gran técnica, pero aprovecha muy bien los espacios reducidos del área y casi siempre está perfilado para tirar antes de recibir la pelota". Otro gran día para El tiburón, convertido a su pesar en el invitado de última hora siempre que está en juego algo crucial.

César descansa durante un entrenamiento.
César descansa durante un entrenamiento.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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