Los Pistons confirman su superioridad
El equipo de Detroit ganó el cuarto partido y aventaja a Los Angeles Lakers por 3-1
Esta final parece no tener arreglo. Hace ocho días se antojaba difícil imaginar cómo podían apuntarse los Pistons un solo partido, ahora lo complicado es imaginar que los Lakers vayan a ser capaces de lograrlo. De hecho ya viven de prestado, de aquel tiro milagroso de Bryant en el segundo encuentro, única manera en la que los favoritos han podido evitar una barrida que se están ganando a pulso.
En el momento cumbre de la temporada, los Lakers se han venido abajo. De repente se les ve como un colectivo envejecido ante la tremenda pujanza física de los Pistons. Mientras O'Neal confirma su condición de jugador imparable (36 puntos, 20 rebotes), Bryant vive sus peores momentos. Agobiado por la defensa de Prince, alterado en su ritmo de juego, incapaz de controlar su tendencia al individualismo, la versión que está mostrando es la de un jugador fuera de control.
DETROIT PISTONS 88 - L. A. LAKERS 80
Detroit Pistons: Billups (23), Hamilton (17), Prince (6), R. Wallace (26) y B. Wallace (8) -cinco inicial-; Hunter (4), Campbell, James (4), Ham, Williamson y Milicic.
Los Angeles Lakers: Payton (8), Bryant (20), George (5), Malone (2) y O'Neal (36) -cinco inicial-; Fox (2), Fisher (4), Rush, Medvedenko (3), Walton y Russell.
22.076 espectadores en el Palacio de Auburn Hills.
El proceso de descomposición de los Lakers es de tal calibre que ni siquiera la conocida versión de los Pistons como equipo limitadísimo en su capacidad ofensiva (hasta el último cuarto su porcentaje de acierto rondaba el 30%) logró que los de Jackson cambiasen su errático rumbo en el cuarto capítulo. Los problemas físicos de Malone le han convertido en una sombra, Payton pareció despertar pero solo fue un espejismo y el comportamiento del resto hace dudar de su valía para jugar en un equipo mítico. Si los Pistons con la mano de madera llegaron al final del tercer cuarto vivitos y coleando (56-56), les bastó correr un poquito al inicio del cuarto periodo para romper el partido. Eso y que apareció Rasheed Wallace. El ex pívot de Portland es un oasis de talento en el picapedrero juego interior de Detroit. Cuando logra contener su tendencia a distraerse con asuntos ajenos al juego, su variedad de movimientos de espaldas a canasta y una buena mano le convierten en jugador de categoría.
Los Lakers se encuentran en una situación desesperada. Nadie ha remontado un 1-3 en una final, pero eso no es la peor noticia, sino observar su impotencia para ponerse a la altura de los Pistons en intensidad, ambición, lozanía, hambre de títulos, defensa, rebote ofensivo, moral y juego colectivo.
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