El rapto de Europa
Queridos europeos, queridas europeas, queridos desengañados y dimitidos, a estas horas no sé si más o mejor, pero seguiremos estando representados en nuestra casa común. Puede que la mayoría haya cambiado, o no, y hasta cabe que no nos hayamos tomado en serio la invitación y el número de abstenidos sea legión, pero una cosa está clara, el nacionalismo podrá presumir de haber dado el trompetazo. Y no por sus resultados sino por los disparates que dijo en campaña. Así, el entonces candidato y hoy seguramente electo Josu Ortuondo soltó: "Es falso que las fronteras de la Unión sean inviolables". La frasecita, que se convirtió en titular, dice mucho de quien la eligió para tal efecto, porque expuesta así de sopetón y habida cuenta de la relación que los lectores mantienen con los periódicos -otorgan autoridad a quien en ellos se expresa y suelen saltarse el resto de la noticia tras haberse leído la letra grande- es fácil que haya habido ciudadanos que votaron creyendo que Holanda no es lo que parecía en cuanto a fronteras se refiere, o que son negociables los límites de Portugal o Lituania, y que mutatis mutandis se pueden reescribir las de España y Francia a ver si cabe entre medio una cosa llamada Euskadi. Nadie duda que fuera ése el propósito de Ortuondo, pero, ¿debería ser el del periódico que reflejó la noticia?
Un colega del señor Ortuondo, Mikel Irujo, volvió a insistir en otro medio menos propenso a los efectos subliminales: "El derecho comunitario no regula en absoluto la integridad territorial de cada Estado". No sé, a lo mejor el señor Irujo es una lumbrera en la materia pero, visto lo que ha dicho, se podría deducir que Europa se ha dado un derecho cuyo fin es la desintegración de los estados, habida cuenta de que les trae al fresco la integridad territorial. Vamos, que Bélgica estaría dispuesta a donar parte de su territorio pongamos que a Gran Bretaña a fin de que tenga un pie a tierra, y que Alemania y Francia resucitarían gustosas antiguas disputas territoriales -Alsacia, Lorena y por qué no el Rhur que los franceses ocuparon-, no menos que Polonia (con Rusia) y Austria con Turquía. Gracias, pues, a las previsiones de los señores Ortuondo e Irujo, el Parlamento Europeo va a convertirse en un mercado inmobiliario de lo más boyante. No creo que tardemos mucho en ver anuncios como éste: se vende land para inmediata incorporación a Dinamarca, curiosos abstenerse. Claro que también tendría su miga uno así: se cambia provincia polaca con pocas ayudas comunitarias al lúpulo por comarcas vascas desindustrializadas (para recreo).
A fin de rematar la faena, por no decir a Europa, el Parlamento vasco, o sea el tripartito, votó una proposición no de ley exigiendo que la Constitución reconozca la autodeterminación, como si el solar europeo contuviera colonias que descolonizar, pues el único organismo donde se incluyó una cláusula semejante fue en la ONU y sólo para aplicarla en materia de descolonización, es decir, de separar de una vez por todas a las colonias de las metrópolis (entidades entre las que la ONU entendía que debía haber un mar de por medio para ser entendidas como tales). Bien mirado, el tripartito tiene razón porque ya está bien que Gran Bretaña sea una colonia de Irlanda y Malta de ¿Luxemburgo? Aunque la última palabra la tuvo la simpar vice Zenarruzabeitia, que ilustró a los uruguayos -estaba visitándolos- con un concepto político nuevo, el del Estado dentro del Estado, al asegurar que el plan Ibarretxe no pretende "crear un Estado dentro del Estado español, como erróneamente creen algunos". Más vale que la vice nos ha sacado de dudas porque ya estábamos temblando al temer que, además de relativizar las fronteras y descolonizar Europa, los estados europeos se pusieran a crear estados dentro de sus estados hasta superar la Europa de los 25.000. Cuenta la tradición que Zeus se disfrazó de toro blanco y manso para seducir a la hija de Agenor y Telefasa. Siglos después, PNV y EA se andan con menos sutilezas y pretenden secuestrar a Europa a... cornadas.
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