"La función de los arabistas es esencial"
Un joven de la Universidad de Alicante aborda la amplia herencia literaria que legaron mudéjares y moriscos
El nuevo contexto internacional, influenciado en gran medida por el fenómeno de la inmigración, ha abierto nuevas posibilidades a los licenciados en carreras que hasta hace muy poco sus salidas profesionales se limitaban a la docencia. Éste es el caso de las filologías con un respaldo de alumnado más minoritario, que se han revelado como un filón que los futuros universitarios han de tener muy presente. Quien piensa así es Jorge Pascual Asensi (Alicante, 1975). A sus 28 años, disfruta de una beca de cuatro años en el departamento de Filologías Integradas de la Universidad de Alicante, periodo que aprovecha para desarrollar su tesis: Estudio y edición crítica y digital del texto aljamiado morisco el fecho de Boloquia.
Jorge se licenció en la Universidad de Alicante en la carrera de Filología Hispánica en 1998; pero decidió prolongar en un par de años más su período de formación. Optó por conocer la que para él es todavía una desconocida y enigmática cultura en el mundo occidental: la musulmana. Para ello se matriculó en Filología Árabe. Un etiquetado con el que no está muy de acuerdo porque, según explica, estos estudios no sólo abordan el lenguaje como elemento vehicular, sino que ahondan en la cultura y civilización árabe. De ahí, que prefiera la denominación de Estudios Árabes e Islámicos.
"Aprecié una posibilidad de acercamiento a una cultura tan próxima y al mismo tiempo tan lejana". "Vivimos en una zona fronteriza con el mundo árabe y; sin embargo, le damos la espalda a esta comunidad porque aparentemente nos separan muchas cosas", cuenta.
Los últimos acontecimientos certifican que la función del arabista ha dejado de ser oportuna para pasar a ser necesaria, apostilla. "Es necesario insistir en que el mundo occidental y el islámico no son fuerzas que chocan. Para entender esta realidad es fundamental destacar el formidable legado cultural, histórico y lingüístico que nos dejaron los musulmanes. Nos unen más cosas que nos separan", subraya. Por eso, Jorge abunda: "Actualmente, el arabista tiene la obligación de ser mantenedor de la conciencia social porque, el Islam está mal entendido en la sociedad occidental".
Pese al futuro "incierto" de los arabistas [licenciados en Filología Árabe], la sociedad comienza a reclamar la figura del intermediario cultural, una función social que, según explica Jorge, todavía no es recompensada económicamente pero que dejará de serlo muy pronto. De hecho, ya son muchos los que trabajan desinteresadamente en organizaciones humanitarias y sindicatos para facilitar la integración de la colonia musulmana.
Por ello, Jorge insiste en animar a los estudiantes a cursar esta licenciatura por las previsibles y enormes salidas hacia la intermediación lingüística y el comercio. Según su experiencia, una veintena de alumnos inician cada año la licenciatura; pero apenas un par llegan a concluirla.
El investigador trata de despojar cualquier apriorismo de dificultad sobre la grafía árabe. "En un mes, aprendes perfectamente. Lo realmente complicado es la morfología", dice. En cualquier caso, el experto insiste en que los arabistas no son meros traductores. "Cuatro horas semanales durante cuatro años no es suficiente para dominar a la perfección el idioma".
La enseñanza y la investigación han sido los destinos habituales de los licenciados en Filología Árabe. Sin embargo, las otras opciones laborales surgidas en los últimos años son múltiples: como el comercio exterior, el turismo, asesor lingüístico y corrector de textos, investigador en recursos, archivos y bibliotecas; mediación e interpretación en la Administración y organismos públicos, además de traducción técnica.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.