Monoteísmos en la niebla
Para entender este libro, conviene tomar el rábano por las hojas, es decir, iniciar su lectura por el epílogo, ya que es en sus páginas donde la autora, profundamente imbuida de sentimiento religioso, nos explica su visión del fenómeno fundamentalista en la actualidad, lo cual a su vez inspira la reconstrucción del pasado. Para Armstrong, asistimos a una reedición de la lucha agustiniana entre las dos ciudades, la del laicismo y la de una religiosidad inclinada hacia el fundamentalismo por un motivo de simple supervivencia: "El fundamentalismo es una fe defensiva; se anticipa a la aniquilación inminente". De un lado, "el vacío espiritual en la cultura moderna"; de otro, "una gran cantidad de gente que desea practicar la religión e intenta desarrollar nuevas formas de fe". En esta segunda categoría, y en calidad de "experimentos religiosos", se inscriben los fundamentalismos, los cuales, por lo mismo, no son propios de un solo credo, sino que se manifiestan en las tres grandes religiones monoteístas. La visión antropológica de la autora es pesimista: la cultura moderna, nos dice, articulada en torno al eje del racionalismo, "con frecuencia ha socavado nuestra dignidad" (sic). "Darwin sugirió que éramos simples animales", añade. "La razón puede ser perversa", remata, confundiendo la racionalidad con la adopción de técnicas racionales por parte de quienes ejercen un poder irracional. Del mismo modo, olvidando sin duda a los talibanes, Armstrong se apunta a la moda de que el fundamentalismo es modernizador, juicio que aun aplicado al Irán de los ayatolás resulta más que dudoso.
LOS ORÍGENES DEL FUNDAMENTALISMO EN EL JUDAÍSMO, EL CRISTIANISMO Y EL ISLAM
Karen Armstrong
Traducción de Federico Villegas Tusquets. Barcelona, 2004
532 páginas. 24 euros
El año 1492 es el punto de
partida elegido para un relato en que sobre una periodización común van sucediéndose las evoluciones correspondientes a los tres fundamentalismos objeto de estudio: judío, cristiano y musulmán. En este punto se encuentra el aspecto más relevante del libro: su enorme despliegue de erudición. La secuencia del integrismo islámico es más conocida, pero las aportaciones sobre el pensamiento judaico y cristiano suponen una innegable novedad, aun cuando el precio a pagar sea la colocación en el mismo plano de procesos y de autores de significación histórica muy diferentes entre sí. La dimensión de los fundamentalistas cristianos o judíos coetáneos no es comparable con la de los Hermanos Musulmanes. El incómodo episodio de la deriva terrorista del fundamentalismo egipcio tras el asesinato de Sadat resulta prácticamente eliminado: no está Al Zauahiri. La impresión es que el sector judío, especialidad de la autora, ofrece la faceta más brillante del trabajo.
Las reservas surgen sobre todo en cuanto a la fiabilidad de las interpretaciones, si pensamos en lo que Armstrong nos cuenta acerca de momentos centrales de la trayectoria musulmana por ella estudiada. Las citas pueden multiplicarse. Resulta que a su juicio "Mahoma no había obtenido la victoria por la espada, sino mediante una política ingeniosa de no violencia". Ben Taymiyya y Abdul-Wahhab, dos personajes clave en la forja de la tradición integrista, son presentados como reformadores. Hassan Al Banna, como promotor de un gobierno musulmán casi democrático, sin referencia alguna a sus precisos programas de organización política y social. Siempre a golpe de evidencia, sin el menor análisis que respalde las afirmaciones. Así las piezas encajan. Como compensación, encontramos en el libro relatos discutibles, pero excelentemente documentados y brillantes: ejemplo, el concerniente a la revolución iraní. Corresponde al lector ejercer esa labor de deslindar lo que el libro ofrece de información y de sugerencias interpretativas para distintos procesos históricos, y lo que depende de esa visión previa en que las piezas del puzle se encuentran distribuidas de antemano.
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