Sting clausura el Rock in Rio cantando sus viejos temas ante 90.000 personas
Alejandro Sanz y Alicia Keys participan en el cierre del festival celebrado en Lisboa
Nadie en Lisboa quería perdérselo y, pese a ser domingo, la ciudad del rock registró la mejor entrada de todo el festival en la despedida del Rock in Rio. Con Sting como estrella central, Alicia Keys como segunda espada y Alejandro Sanz en un discreto papel de invitado, el Rock in Rio cerró sus puertas con la satisfacción de haber conseguido una asistencia global nada despreciable que la organización cifró en 385.000 visitas. Con una nueva edición del festival garantizada para dentro de dos años, el Rock in Rio consolida su pie en Europa.
Se inicia así la expansión mundial de este peculiar acontecimiento en el que no sólo cuenta la música. Es tanto así que a lo largo de las horas que se pasan dentro de la ciudad del rock puede llegarse a pensar que la fundamental intención de los organizadores es tener allí concentrada a una multitud a la que aturdir con mensajes publicitarios. Los expertos en marketing conocerán los réditos de tamaña operación de mercadotecnia, realizada además con la complicidad de un público dispuesto a ponerse todo tipo de pegatinas, chapas y gorras publicitarias.
Con el apoyo garantizado de los principales promotores del acontecimiento, el empresario brasileño Roberto Medina, padre de esta idea que une música, mercadotecnia y caridad, tiene nuevos fondos para desarrollar un proyecto que, tómese nota, dispone una carpa con capacidad para 2.000 personas con servicio de restaurante y bebida gratuita sólo para invitados y aquellos que quieran pagar 180 euros por parecerlo.
Por esta carpa pasaron el domingo Jorge Sampaio, presidente de la República; el primer ministro, Durão Barroso, y el alcalde lisboeta, Pedro Santana Lopes, quienes así se unieron a una fiesta que, junto a la Eurocopa, ha logrado poner a Portugal en los noticiarios de todo el mundo.
A tenor de la personalidad de los invitados en esta última jornada, pareció adecuado un concierto de Sting como cierre del escenario central. El cantante británico, curiosamente ataviado con la misma camisa que había lucido en Barcelona cuatro días antes, protagonizó un concierto algo menos aburrido y también menos plástico.
La eliminación del repertorio de alguna de las canciones de su último disco dieron más protagonismo a viejos temas en solitario como Englishman in New York, así como a recordadas piezas de The Police como Roxanne, por lo que el concierto tuvo menos de ascensor y más de brinco. La supresión de su juego de luces, sacrificado para adaptarse al festival, restó impacto estético al concierto, aunque ver juntas a 90.000 personas cantando Synchronicity es en sí mismo un espectáculo.
380.000 visitas
Alejandro Sanz no pudo gozar de tamaña complicidad, pues tras la actuación triunfal de la brasileña Ivete Sangalo el público se marchó de compras al área de tiendas del festival. Se quedó un nutrido grupo de espectadores, pero quedó claro que Alejandro Sanz no es todavía un ídolo de multitudes en Portugal. Estuvo algo frío el madrileño, poco comunicativo y usando a cuentagotas el portugués, lo que unido al aire reposado de su actuación dificultó una mayor penetración de sus canciones. El momento de gloria llegó con Corazón partío, tema coreado por todos los allí presentes, que también corearon la rítmica Try to save your song, rara avis en un repertorio que tiró de piezas como Quisiera ser o El alma al aire.
A la última jornada del festival asistieron 90.000 personas. La música se seguía en directo por un canal de televisión y los demás daban información puntual. Más datos: el festival ha recibido 380.000 visitas en una ciudad cuyo centro alcanza el medio millón de habitantes y sube hasta los dos millones con su periferia metropolitana.
Tras la actuación de Alejandro Sanz fue Alicia Keys quien ocupó el escenario para mostrar nuevamente que lo tiene todo menos un buen repertorio. Creyendo que su sola voz lo hace todo, Alicia Keys desperdició el tiempo con gorgoritos, bromas e introducciones que no llevaban a parte alguna, desperdiciando la oportunidad de enhebrar un concierto con verdadera sustancia. Para el recuerdo, dos canciones: Woman's worth y Fallin'. Escaso bagaje para la que dicen es la nueva esperanza negra del soul.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.