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Elecciones Europeas

La derecha francesa intenta restar valor a los comicios europeos

El sistema electoral favorece la dispersión del voto entre las 168 listas que se presentan

El pasado mes de marzo, la derecha francesa cosechó una derrota histórica en las elecciones regionales: perdió todas las circunscripciones en disputa excepto Alsacia. Desde ese momento, la convocatoria europea del 13 de junio ha pasado a ser objeto de ninguneo. Como prueba de este clima, baste el recordar que la ministra de Asuntos Europeos, Claudie Haigneré, dijo esta semana que se daría "por satisfecha si la participación superaba el 50% de los inscritos".

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En 1999, los abstencionistas fueron el 52,9% de los franceses con derecho a voto. Y desde entonces el panorama se ha complicado. La circunscripción única se ha dividido en ocho, una división arbitraria, meramente electoral, sin ninguna raíz histórica, geográfica o política que la explique. De pronto ya no hay líderes nacionales que encabecen el debate, sino barones que penan por hacerse oír. Los grandes canales de televisión de ámbito nacional se han desentendido de las elecciones y el Gobierno pone en primer plano otras preocupaciones: las privatizaciones, el consumo interno, el déficit, la batalla contra la inseguridad urbana, la legalidad del matrimonio homosexual, etcétera.

El sistema electoral francés tiende a servirse de la doble vuelta: en la primera tienen cabida todas las opciones, en la segunda quedan las dos o tres mayoritarias. En las europeas sólo habrá una vuelta y eso debiera favorecer la dispersión del voto. En total, se presentan 168 listas, entre ellas una Euro-Palestina, otra Europa-Democracia-Esperanto o la de un misterioso partido de los socioprofesionales, por dejar de lado las monárquicas, la ya clásica de los amantes de la caza o la de los automovilistas que piden gasolina gratis y la abolición de los límites de velocidad.

Desacuerdo sobre Turquía

La Unión para un Movimiento Popular (UMP) en el poder teme quedar otra vez por debajo del 20%, es decir, demostrar de nuevo que, a pesar de sus siglas, es incapaz de aglutinar todas las familias de la derecha. La centrista UDF sí se siente cómoda en esos comicios porque sus convicciones europeístas son sólidas y distintivas frente a las reticencias de los herederos del gaullismo, y porque en 1999 obtuvo un modesto 9,2% que debiera mejorar. Además, en la UMP, si bien Jacques Chirac se dice a favor del ingreso de Turquía en la UE, el partido está en contra. Y tampoco ayuda a la UMP su confusión sobre la Constitución europea: Chirac no sabe si quiere ratificarla por referéndum o gracias a un voto del Congreso. Queda la incógnita del resultado de los soberanistas de derecha, los Philippe de Villiers y Charles Pasqua, que en 1999 se presentaron juntos y consiguieron un 13% que ahora, separados, está fuera de su alcance.

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En la izquierda, los socialistas esperan captar el mayor número de votos-sanción. La irritación ciudadana contra la incompetencia de los sucesivos ejecutivos liderados por el primer ministro Jean-Pierre Raffarin no ha aminorado. La campaña del PS hace hincapié en la necesidad de una "Europa social", pero propone como medidas-faro para su construcción dos recursos escasamente convincentes: la semana de 35 horas laborales para todos dentro de la UE y un salario mínimo europeo. En realidad, en el PS todo se da por bueno si sirve para captar el descontento popular. Las distintas corrientes internas se enfrentarán tras el escrutinio y el principal objeto de discusión será una Constitución que muchos socialistas califican de "liberal".

Ecologistas, comunistas y trotskistas confían en la movilización de sus militantes sumada a un fuerte porcentaje de abstención para obtener una representación superior a su peso real en la sociedad, pero la falta de cabezas visibles y la fatiga de sus fórmulas -la influencia del Partido Comunista Francés sigue declinando, la boda entre las dos formaciones trotskistas ha restado más que sumado- no les garantiza un final feliz.

Francia, según el calendario oficial, no debiera conocer nuevas elecciones hasta bien entrado 2007. Para la UMP y Chirac son tres años de tranquilidad por delante. Hoy les preocupa más quién va a dirigir la UMP a partir de finales de año que una consulta electoral que se intenta minimizar. Para los socialistas, en general, es una nueva oportunidad de dar un puyazo a la UMP y de consolidar su OPA sobre el conjunto de la izquierda y, ya en concreto, para el reaparecido Lionel Jospin la campaña es una oportunidad para pasar de la categoría de oráculo temido a la de árbitro que decide la legitimidad del sucesor.

Simpatizantes del Frente Nacional marchan por el centro de París, el pasado 1 de Mayo.
Simpatizantes del Frente Nacional marchan por el centro de París, el pasado 1 de Mayo.ASSOCIATED PRESS

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