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Crónica:CRÓNICA EN VERDE
Crónica
Texto informativo con interpretación

Los gigantes del consumo

Los grandes centros comerciales ocupan en Andalucía 1,4 millones de metros cuadrados

En 1980, y en España, las grandes superficies comerciales eran una rareza, un modelo de consumo más propio de otras latitudes donde no tienen tanto peso los pequeños establecimientos de barrio y donde, en definitiva, la calle, como ocurre en todo el ámbito mediterráneo, es el principal espacio para el ocio y la convivencia. Entonces, hace casi un cuarto de siglo, apenas existían en todo el país 28 establecimientos de este tipo que, en conjunto, ocupaban algo menos de 400.000 metros cuadrados.

Durante unos años la expansión del sector fue moderada, hasta que a finales de los años ochenta la situación comenzó a cambiar a un ritmo imparable. Entre 1992 y 1993, dos años particularmente dinámicos, se inauguraron 56 grandes centros comerciales, con una superficie total de más de un millón de metros cuadrados. Y esa tasa de crecimiento se ha mantenido más o menos estable hasta hoy, de manera que España ha terminado por liderar, en el conjunto de la UE, la apertura nuevos comercios de gran tamaño.

A finales de 2003 operaban ya 473 establecimientos de este tipo, con una superficie total de 9,1 millones de metros cuadrados (superficie bruta arrendable), a los que habría que sumar el espacio que ocupan los locales asociados (unos 28.000 metros cuadrados) y los aparcamientos (cerca de 600.000 metros cuadrados). Las nuevas aperturas se concentran en el litoral mediterráneo y en la zona centro, y el capital que las hace posibles procede, en más de un 75%, de inversores extranjeros (holandeses, franceses y alemanes).

En Andalucía los grandes centros comerciales suman algo menos de 1,4 millones de metros cuadrados, cifra que sólo supera en el conjunto nacional la comunidad de Madrid (2 millones de metros cuadrados). Si estas cifras se acomodan al volumen de población, la posición de Andalucía se retrasa, ya que la densidad (metros cuadrados por cada 1.000 habitantes) no es tan alta como la que registran otras regiones. La densidad en Madrid, La Rioja o Asturias, por ejemplo, casi duplica a la que se obtiene en la comunidad andaluza.

Al margen de la aparición de nuevos hábitos de consumo, los sociólogos consideran que, de alguna forma, estos recintos han venido a ocupar el papel que desempeñaban los parques y jardines como zonas de esparcimiento. Como explican los propios representantes del sector, a estos espacios se acude para "ver y ser visto" con lo que también habrían sustituido, en cierto modo, a las iglesias, aunque en este caso el culto sea material y no espiritual.

Al igual que ocurre con los polígonos industriales, estos equipamientos comerciales y de ocio han causado el deterioro de amplias zonas de suelo rústico próximo a los núcleos urbanos, alterando el paisaje o la imagen típica de cada localidad. En algunos casos, no se han integrado correctamente en las redes y servicios de transporte, de forma que en sus inmediaciones se suelen generar serios problemas de congestión del tráfico.

Las grandes superficies comerciales han contribuido a acelerar la transformación del entorno natural y rural de las grandes ciudades andaluzas, proceso que se inició a mediados del siglo XX con el desplazamiento del crecimiento urbanístico a las zonas periféricas. Así han ido desapareciendo los rasgos característicos de estos cinturones, en donde convivían los cultivos tradicionales y la vegetación silvestre, sin que se haya creado un orden paisajístico nuevo. Los espacios más afectados por este proceso, que ha creado escenarios homogéneos y monótonos, son las vegas agrícolas y los montes próximos a la urbe, con microclimas y panorámicas privilegiadas. Ejemplos característicos los podemos encontrar en el Aljarafe sevillano, en la vega de Granada o en las faldas de la Sierra Morena cordobesa.

La existencia de estos macrocomercios ha empobrecido la oferta de servicios en las áreas residenciales de su entorno, lo que obliga a los habitantes de su zona de influencia a desplazarse a estos grandes centros, normalmente en automóvil privado, para abastecerse incluso de los productos más básicos y menos sofisticados. También han conseguido monopolizar la oferta de ocio, ya que cines o restaurantes se han incorporado a la oferta de las grandes superficies.

Finalmente, la estructura formal de estos complejos, fiel a la moda de los países de donde proceden (de clima más frío), sigue el esquema de grandes edificios herméticos, cerrados al exterior, de manera que se origina un elevado gasto energético en iluminación y climatización artificial. En contadas ocasiones se adaptan a las posibilidades del clima andaluz, aprovechando de forma eficiente las ventajas de luz y temperatura naturales, y tampoco es muy frecuente que su diseño busque una cierta integración con el paisaje.

sandoval@arrakis.es

Vivir para comprar

En el último informe del Worldwatch, La situación del mundo 2004, esta institución independiente, ocupada en analizar las principales amenazas que soporta el medio ambiente a escala planetaria, llama la atención sobre el "consumo compulsivo de bienes, que ha sustituido, en la mente y los corazones de millones de personas, a la religión, la familia y la política, convirtiéndose en la causa principal de la degradación ambiental".

En el conjunto de los países industrializados viven 816 millones de consumidores (el 80% de la población) y otros 912 millones se localizan en los países en vías de desarrollo (tan sólo el 17% de la población). Estas personas gastan diariamente, y como media, más de 20 euros, mientras que 2.800 millones de personas tienen que vivir con menos de dos euros diarios (el mínimo para satisfacer las necesidades básicas) y otros 1.200 millones de personas sobreviven en la extrema pobreza (menos de un euro por día).

A juicio del Worldwatch, el consumo puede considerarse razonable hasta los 7.000 euros por persona y año, pero una vez que se traspasa este umbral "se transforma en consumismo". Este modelo de consumo haría imposible la vida en el planeta si se extendiera a todos sus habitantes: no habría recursos naturales suficientes para atenderlo.

Aplicando esta fórmula, tarea que llevaron a cabo hace dos años especialistas de la Universidad de Sevilla, Andalucía, para ser autosuficiente y mantener sus tasas de consumo, debería duplicar su extensión. Si el sistema no se colapsa es porque los consumidores mantienen su nivel de vida gracias a los recursos que importan de zonas con menor grado de desarrollo.

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