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1.700 inmigrantes se encierran en Barcelona en demanda de "papeles"

La mayor parte se recluye en la catedral, y el resto, en la iglesia del Pi

Blanca Cia

Unos 1.700 inmigrantes se encerraron a última hora de la tarde de ayer en la catedral de Barcelona y en la cercana iglesia del Pi. Los concentrados reclamaban "papeles para todos". El grupo más numeroso, cerca de 1.500 personas, entró en la catedral y el menor, unos 200, en la iglesia del Pi. Los inmigrantes se dispusieron a pasar la noche en el interior de la catedral después de que el párroco les autorizara a ocupar el recinto hasta la mañana de hoy.

Unos 12 coches de la Guardia Urbana y de la Policía Nacional permanecían anoche delante de la catedral, donde practicaron algunas detenciones a inmigrantes irregulares.

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La entrada del grupo tan numeroso de inmigrantes en la catedral sorprendió al resto de los visitantes del templo. Ocuparon toda la nave central de la iglesia. Las escaleras de acceso al altar se convirtieron en un improvisado punto de encuentro de los grupos de inmigrantes. Desde allí, el portavoz de la asamblea, Enrique Mosquera, anunció que había hablado con mosén Batista, que estaba allí en ese momento, y que les daba permiso hasta las nueve de la mañana de hoy para ocupar la catedral. El anuncio fue saludado con el aplauso de los encerrados. Fue el inicio de una medida de fuerza que, según sus promotores, se estaba gestando desde hacía tiempo y que se acabó de decidir en una manifestación que se celebró por la tarde.

Los recluidos piden que se inicie un proceso de regularización extraordinario y sin condiciones de todos los inmigrantes sin papeles que hay en España. Mosquera explicó que ayer se habían reunido con Javier Planells, subdelegado del Gobierno en Barcelona. "Lo que planteábamos era la regularización de miles de inmigrantes que llevan años en España y en Barcelona de forma irregular", explicaba. "La cuestión del encierro estaba ya decidida pero no exactamente en la catedral", añadía. "Mañana ya veremos qué haremos", puntualizaba el portavoz. En cualquier caso, la intención de proseguir con la medida de fuerza por parte de los encerrados estaba clara. "Puede ser en otros sitios", puntualizaba Mosquera.

Las explicaciones del portavoz quedaban tapadas a veces por el griterío de los encerrados en la catedral, que tras desplegar pancartas alrededor del coro se acomodaban en los bancos. Mientras, el párroco Batista argumentaba que él no podía echarles de la iglesia.

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Se vivió un cierto revuelo al ver cómo los guardias de seguridad impedían el acceso al claustro, lo que suponía no poder beber de la fuente. Tras las protestas, franquearon el paso al claustro y un grupo amplio de los encerrados se dirigió hacia allí. Otro grupo se arrodilló en el suelo e inició su oración en un extremo del claustro frente a una de las capillas. La imagen resultaba sorprendente.

Fuera planificado o no, la mayoría de los inmigrantes parecían dispuestos a quedarse las horas que hicieran falta. Apartada del grueso de los encerrados, una mujer tapada con un pañuelo estaba sentada en unas de las escaleras de acceso al altar. "Yo estoy encerrada por mi hijo, Suleyman, que no tiene papeles", explicó la mujer.

A cualquier pregunta sobre su situación, los afectados explicaban casos distintos, pero con el mismo denominador común: la imposibilidad de legalizar su situación. La mayoría de los encerrados eran paquistaníes, marroquíes y argelinos. Algunos centroamericanos también se sumaron al encierro. "Yo llevo en Barcelona cuatro años y vivo vendiendo rosas. Nunca he tenido una oferta de trabajo y comparto piso con otros cuatro compatriotas en el Raval", explicaba un paquistaní en un castellano bastante correcto. Otro enseñaba un papel manoseado de la Delegación del Gobierno: "Mira, yo tenía este permiso hace tres años y ahora no hay forma de renovar nada".

Uno de los problemas que se ha producido en Barcelona ha sido, precisamente, el de la tramitación de los expedientes, y que ya ha sido reconocido por los resposables de la Delegación del Gobierno de Cataluña. Hace dos días, este organismo y el Gobierno catalán llegaron a un acuerdo para poner a disposición de los inmigrantes las 73 oficinas de trabajo de la Generalitat, antigua red del Instituto Nacional de Empleo (Inem), para acabar con las colas que se forman habitualmente ante la Delegación del Gobierno para renovar la documentación."Precisamente nuestra voluntad es desbloquear el tremendo colapso que se había generado por las citas virtuales de la delegación. Pero lo que no podemos es ceder ante una medida de fuerza como es la petición de papeles para todos. Las leyes se tienen que cumplir", explicaba a última hora de la noche la jefa de gabinete de Joan Rangel, delegado del Gobierno en Cataluña.

Mientras, en el claustro de la catedral se formaban largas colas para beber en la fuente y otra, aún mayor, para ir a las dos cabinas de lavabos.

Varios inmigrantes encerrados ayer en la catedral de Barcelona.
Varios inmigrantes encerrados ayer en la catedral de Barcelona.JORDI ROVIRALTA

47 días de encierro en 2001

La reclusión iniciada ayer tiene un precedente. En enero de 2001 cerca de un millar de inmigrantes se encerraron en 10 iglesias de Barcelona. Tres centenares de ellos prolongaron su encierro durante 47 días en la iglesia del Pi, en la plaza barcelonesa del mismo nombre y una de las que también acogió a los inmigrantes recluidos ayer.

Después de 47 días de encierro, los recluidos lograron entonces parte de sus pretensiones, cuando el Gobierno abrió una regularización extraordinaria. Ésta permitió dar documentación a unos 14.000 inmigrantes en la provincia de Barcelona. Pero aun así, el 65% de los que pidieron renovar el permiso de residencia se quedaron fuera de la regularización por no cumplir los requisitos.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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