Cogida de Sebastian Castella
Los toros de Samuel Flores lucían unas cabezas muy respetables, de largos y astifinos pitones que imponían un respeto impresionante. Alguno, como el segundo, portaba una arboladura para colgarla en un restaurante de carretera.
Para eso han quedado los toros de Samuel: para que lugareños y forasteros los admiren mientras degustan un bocadillo de calamares y unos y otros cuentan mentiras de hazañas propias y extrañas.
Los toros de Samuel no valen ya para otra cosa. Muchos pitones, mucha mansedumbre, mucha invalidez, sosería y falta de casta. Una pena para quien tuvo y se ha desplomado con gran estrépito. Otra ganadería más que toca el fondo de la más baja podredumbre.
Afortunadamente, en la plaza había dos valientes que levantaron la tarde. Madrid comprobó, una vez más, la gallardía de Robleño y descubrió a un jabato con sabor de torero artista: Sebastian Castella. Los más intransigentes le impidieron que diera la vuelta al ruedo en el sexto, pero el chaval se había jugado la vida de verdad, se arrimó como un desesperado, consiguió algunos muletazos muy estimables y se ganó una impresionante voltereta. Resultó herido en la axila derecha, aunque continuó en el ruedo.
Flores / Caballero, Robleño, Castella
Cinco toros de Samuel Flores y uno, el 4º, de María Agustina López Flores, bien presentados, mansos, blandos y descastados. Manuel Caballero: media tendida y muy baja (pitos); estocada (silencio). Fernando Robleño: -aviso-, media baja y dos descabellos (ovación); pinchazo -aviso- y casi entera (silencio). Sebastian Castella: casi entera caída (palmas); -aviso-, pinchazo y estocada (ovación). Enfermería: Sebastian Castella sufrió una cornada en la axila derecha de 10 centímetros de la fue operado y posteriormente trasladado a la clínica La Fraternidad. Pronóstico reservado. Plaza de Las Ventas, 2 de junio. 19ª corrida de feria. Lleno.
Y, sin embargo, algunos le afearon sus gestos de valor, actitud incomprensible en tiempos de toreros medrosos y ventajistas. Cuando uno se queda derecho como una vela delante de dos puñales, se coloca bien y trata de hacer el buen toreo, hay que reconocer que es un torero de una pieza que, al menos, merece respeto y una alta consideración. Esto fue lo que hizo este joven torero, que despreció el peligro y se metió entre los pitones con apabullante sangre fría. Unos pases salieron mejor que otros, pero destacó sobre todo su gran espíritu batallador.
A su primero, más blando, lo recibió con unas verónicas de muy buena factura, y comenzó la faena de muleta con un pase cambiado por la espalda que deslució el toro al claudicar unos metros antes de alcanzar el engaño. Su labor resultó insulsa porque insulso era el toro hasta el punto de que se desplomó sin sonrojo alguno en mitad del ruedo. No triunfó Castella, pero dejó en esta plaza el sello de torero valiente y artista, que no es poco para los tiempos que corren.
Fernando Robleño se las vio en primer lugar con el más peligroso del encierro, que no tuvo un pase por el lado derecho y buscaba con saña al torero. Hacía falta un corazón muy grande para estar delante de ese toro sin que se doblaran las piernas, y Robleño le ofreció las femorales y a punto estuvo de quedarse sin ellas. Pero la veteranía es un grado, y le robó incluso algunos naturales meritorios en una labor de entrega y valentía. Menos lucido estuvo con el sosote quinto, que embistió sin alegría y Robleño lo toreó sin hondura. No es un exquisito, ya se sabe, y aunque lo intentó desde la distancia, su labor no pasó de vulgar.
Vulgar de verdad estuvo Manuel Caballero toda la tarde. No dio una a derechas con el manso que salió en primer lugar, al que trasteó movido y muy destemplado. El toro tenía media embestida, pero queda la duda de lo que hubiera ocurrido en otras manos. No estuvo ni aseado. Tampoco brilló con el noblote cuarto, al que pasó por uno y otro lado sin ánimo ni interés alguno. Este toro volteó espectacularmente a Vicente Yesteras a la salida de un par de banderillas, afortunadamente sin consecuencias.
Al final, valentía y pitones. Valentía para hacer una carrera y pitones para colgar mientras se degustan unos calamares.
Babelia
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