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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Control al Gobierno

El Partido Popular se ha apresurado a reclamar desde la oposición lo que no ha hecho desde el Gobierno. Rajoy quiere para el primer partido de la oposición un mayor protagonismo en la sesiones semanales de control del Gobierno en el Congreso, y no hace ascos en las elecciones europeas a los debates televisivos que rechazó en las generales. No debe escandalizar un cambio tan drástico, nada raro en los partidos políticos según estén en la oposición o no. Los debates televisivos en periodo electoral y la mejora de los mecanismos de control del Ejecutivo son fundamentales para el buen funcionamiento de la democracia parlamentaria. Al PP habría que exigirle un compromiso firme a favor de esas prácticas políticas cuando, por el natural juego de la alternancia, retorne nuevamente al poder. Tiene, además, otro territorio donde demostrar su buena fe de converso: en los parlamentos autonómicos que controla, donde proliferan el descontrol de los ejecutivos y la pereza de las oposiciones.

Los deseos de Rajoy coinciden globalmente con los del PSOE. Zapatero ha recogido el guante lanzado por el secretario general del PP, y el presidente del Congreso se adelantó incluso a tales deseos, al señalar como una tarea inaplazable una profunda reforma de su reglamento interno con el objetivo de perfeccionar los sistemas de control del Gobierno por parte de los grupos de oposición y de agilizar el debate político. Habrá que ver, sin embargo, si todas las propuestas avanzadas por Rajoy son reglamentariamente viables o compatibles con los derechos de los demás grupos.

Que el líder del principal partido de la oposición pueda interpelar durante media hora al presidente del Gobierno, monopolizando prácticamente el debate, es algo que, al menos, debería consensuarse. Y resulta reglamentariamente inviable impedir que los diputados de la mayoría hagan preguntas al Gobierno. Otra cosa es que renuncien a hacerlo o que ejerzan con mesura ese derecho, como lo vienen haciendo los diputados socialistas en la presente legislatura. Lo que resulta bochornoso es que la mayoría use su turno de preguntas sólo para elogiar al Ejecutivo, como lo hicieron sin complejos en la anterior los diputados del PP.

Por lo demás, acercar lo más posible la presentación escrita de la pregunta o la interpelación al momento del debate no sólo haría a éste más vivo y actual; ayudaría a hacer del Parlamento "el centro de la vida política", tal como prometió Aznar en 1996, aunque luego lo marginara en decisiones trascendentales como el apoyo de España a la guerra de Irak.

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