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Crítica:Signos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuentos de seres perplejos y descubrimientos

Isacio Rodríguez (Narros de Saldueña, Ávila, 1954) acaba de publicar Uvas de perro. Isacio Rodríguez, que reside en Granada desde 1978, ha compilado en estos cuentos un mundo que va más allá de las leyes racionales de lo visible y lo mensurable. Sentimientos y viajes imaginarios, personajes que viven en una perplejidad eterna, sujetos para los que el mundo es un continuo lugar de descubrimientos o de dolor, paradojas que se convierten en costumbres, sucesos imprevistos por los que la vida alcanza sus pautas exactas y fantasía, mucha fantasía, caracterizan estos relatos. El talento de algunos maestros del cuento como Tomeo, Arreola o Cortázar sobrevuela estas páginas. Uvas de perro contiene, además, ilustraciones de Miguel Osuna, El Bute (Fernán-Núñez, Córdoba). El Bute comparte con Isacio Rodríguez su colaboración en la revista satírica El Batracio Amarillo.

UVAS DE PERRO

Isacio Rodríguez

Ediciones El Batracio Amarillo

236 páginas. 10 euros

Con todo, lo mejor para conocer este libro es dejarse llevar por la música del inicio de algunos de los cuentos. Polvo serás, mas polvo enamorado comienza así. "Sucedía en los cambios de estación que Francisco se pusiera raro. Salía de la casa ya anochecido y se paseaba solo por las calles, aunque el temor a las habladurías de la gente le hacía colarse de rondón en los bares, en los bares más anónimos y contrarios a sus gustos, para simular que iba a alguna parte. A ninguna parte en concreto iba, porque todo era andar y andar sin destino fijo. Si encontraba a alguien por el camino, lo saludaba con afecto y arreaba el paso, en busca de otro 'alguien' que no encontraba nunca o quiza no existiese, o hacia otro bar más alejado del círculo que ya conocía, en un intento de matar las horas de través, haciendo girar la noche a golpe polvoriento de zapatos".

El inicio de La casa del adivino tampoco es manco: "El mago Ubaldo Arias ejercía su oficio con las cartas, con la bola de cristal y a veces simplemente a ojo. Este mago lo era por vocación tardía y por oficio. No había recibido poderes especiales de nacimiento y todo se lo tuvo que hacer él solito sobre la marcha". Si quieren saber cómo acaban las andanzas de Francisco y Ubaldo lean el libro.

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