Propuestas para la próxima boda
Propongo que no haya más bodas de Estado. El amor es asunto íntimo, no cuestión de Estado.
Por si de todos modos las hubiera, al menos para la próxima ocasión propongo que no se celebre ni en la catedral de la Almudena ni en el monasterio de El Escorial.
Propongo que la boda no sea televisada. Para dar fe de su celebración bastará con el Notario Mayor del Reino o de la República. Nos lo creeremos todos bajo palabra suya.
Propongo que, aunque sea una boda de Estado, no lo sea también, al propio tiempo, de Iglesia: que no sea el enlace del Trono con el Altar, del Estado con la Iglesia.
Si ha de ser una boda popular, cercana a la gente llana y en aroma de pueblo, propongo que se celebre en el salón de actos del Ayuntamiento de un municipio español, escogido a sorteo entre los que cuentan con menos de mil habitantes empadronados.
Si ha de ser una boda cercana a la ciudadanía, propongo que los testigos y asistentes sean elegidos también a sorteo entre los ciudadanos mayores de 18 años, al igual que se hace para constituir las mesas electorales y los jurados populares. Un sorteo semejante se hará entre los niños para actuar de pajes.
Si se quiere que el país entero lo viva como una fiesta, propongo que se dé día libre a 30.000 policías y guardias de seguridad, mientras se declara vacación en todas las escuelas.
Si se desea que del acontecimiento quede un recuerdo permanente y duradero, propongo que se imprima un sello de correos y también que se dote con premios atractivos el concurso internacional de una obra plástica y el de una obra musical conmemorativas del evento.
Y, si todas estas ideas son insuficientes, pobres, ramplonas, como seguramente lo son, sugiero que se abra un concurso de ideas para que la próxima no sea una boda de Estado.
