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EL ENREDO
Columna
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El príncipe Camacho

Las comparaciones son odiosas,

De un año para otro, Florentino Pérez cambia de príncipe y salta de Del Bosque a Queiroz, y de Queiroz a Camacho

pero la monarquía ofrece ventajas indudables sobre el Real Madrid. Dónde va a parar. De un año para otro, Florentino Pérez cambia de príncipe y salta de Del Bosque a Queiroz, y de Queiroz a Camacho. Muy mal. Es como si El Corte Inglés cambiara de lugar todos los meses, o como si los bancos modificaran al azar las justas comisiones que nos cobran por llevar los euros de acá para allá por la Red (esta interesante asociación de ideas me lleva a otra no menos interesante cuestión: ¿se sabe por qué las operaciones bancarias provinciales tienen una comisión mayor que las locales, teniendo en cuenta que se trata de operaciones informáticas y no de un transporte de dinero a caballo, en cuyo caso estaría justificado el incremento del coste por el mayor consumo de alfalfa del animal y por el pago de las cervecitas al jinete en las pausas que hiciere si el convenio diera lugar a ellas?). Las instituciones necesitan estabilidad, aunque debe admitirse que Camacho hubiera hecho, probablemente, un buen papel en el balcón del Palacio Real, contentando a un público ansioso de confirmar que un español cuando besa es que besa de verdad. El Príncipe se cortó. Todos los actores lo cuentan: besar ante las cámaras no es fácil. Aunque se da por supuesto que los príncipes se entrenan para eso, sería los príncipes de antes. Nuestro Príncipe de ahora es tímido. Ya lo dijo Unkanuto, un griego visionario: "Todo cambia, nada es". Vaya que sí, ¡vaya si cambia!

Sin ir más lejos, aquí, hace apenas tres meses, para protestar por las torturas en Irak era necesario presentar un certificado de condena a ETA, a Cuba y al muro de Berlín, más una póliza de cinco euros y fe de repudio al paro, despilfarro y corrupción. Además, una vez reunidos todos los requisitos, había que volver mañana, y aún tenías suerte si no te empuraban por cineasta o algo peor. Hoy día, incluso Donald Rumsfeld condena las torturas, y en él tiene especial mérito, pues hay quien dice que también las ordenaba. Tendrá sus cosas, pero sentido autocrítico no le falta. También George W. Bush ha condenado varias veces las torturas, hasta tal punto que Jaime Mayor Oreja he tenido que llamarle al orden.

-Míster Bush: si sigue usted hablando de Irak, no voy a tener más remedio que hablar de los GAL.

Del susto, Bush se cayó de la bicicleta. Es justo reseñar, en descargo de Mayor, que Bush no necesita mucho para caerse de la bicicleta. Y eso que va con ruedas laterales y airbag. Es el segundo percance grave en su mandato: antes se atragantó con unas galletitas saladas. Se nota que es de una pasta especial, como dice Ánsar en sus memorias, Un Avisión Despaña. Una pasta especial, también Ánsar. Dios los cría.

Hace apenas tres meses, los socialistas se arrancaban los ojos los unos a los otros por, precisamente, la visión de España. Jate tú, como dijo Trece. Maragallistas contra ibarristas, bonistas contra pluralistas, y así hasta el infinito. ¿Quién se acuerda de eso? Y hace apenas nada. "Yo gobielno, tú te chinchas", reza el proverbio chino. Y ahora, Camacho. Suerte de la monarquía.

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