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Reportaje:ESCAPADAS | Cabeza de la Braña

No es Asturias, pero casi

Colonos del norte dieron nombre a este monte de Canencia, pletórico de bosques, praderas y cascadas

Braña es una voz arcaica, anterior a la conquista romana del norte peninsular, que los vaqueiros asturianos aún usan para referirse a los pastizales de verano.

Con ese nombre, o parecido -Brañavieja, Brañalonga, Brañuelas...-, hay en España 33 pueblos, montañas y ríos. Que 24 de ellos estén en Asturias, y otros ocho repartidos por las provincias limítrofes, parece natural. Lo que choca es que el que hace 33, Cabeza de la Braña, sea un monte que se alza justo al sur de Canencia, entre el valle del Lozoya y la cuenca alta del Guadalix, a 300 kilómetros del Principado. Como dirían allí, ye raro.

Para entender este topónimo, aparentemente tan exótico, hay que remontarse a finales del siglo XI, cuando Alfonso VI llevó la frontera cristiana desde el Duero hasta el Tajo y su yerno Raimundo de Borgoña incitó a miles de norteños a colonizar estas sierras intermedias que, según el propio rey, "se hallaban yermas, sólo habitadas por osos, jabalíes y muy diversas fieras".

La chorrera de Rovellanos cae sobre una poza al lado de sauces, fresnos y rosales

Sabiendo esto, el bautismo de Cabeza de la Braña no entraña ningún misterio, al igual que el de la aldea de Gascones, en el mismo valle del Lozoya, o justo al otro lado de la sierra, el de la segoviana de Gallegos.

No sería extraño, pues, que algún colono asturiano hubiese asociado esta cabeza de 1.770 metros, que reposa sobre los hombros de dos inmensas praderas -Collado Cerrado y Collado Abierto-, con las jugosas brañas de su tierra.

A poniente, en el puerto de Canencia, encontraría abedules como los que allí solía descortezar para fabricarse polainas impermeables, y tejos como los que sus indómitos antepasados usaban para envenenarse antes de caer en manos del enemigo. A naciente, la chorrera de Rovellanos quizá le recordaría las cascadas de Oneta o de la Seimeira, todo pudiera ser.

Para verlo con nuestros ojos, saldremos caminando del pueblo de Canencia (altitud, 1.141 metros) por la carretera del puerto y, al cuarto de hora, en el kilómetro 16,5, nos desviaremos a la izquierda por una pista forestal cerrada al tráfico que asciende por un pinar entreverado de abetos de Douglas, cuyas hojas, al estrujarlas, huelen a mandarina. Así, en deliciosa subida por la umbría del monte, llegaremos en dos horas a Collado Cerrado (1.482 metros), praderón de un kilómetro de ancho que no debe su nombre a ninguna reminiscencia norteña, sino a la cerca de piedra que lo rodea.

En la encrucijada de pistas que aquí se presenta, tomaremos la que sube hacia la izquierda bordeando dicha cerca, ignoraremos diez minutos después un desvío poco marcado a la derecha y, en la siguiente bifurcación, cogeremos el ramal que trepa hasta la cresta y, desde allí, orillando el pinar, hasta la cima de Cabeza de la Braña (1.770 metros; tres horas de marcha).

Al oeste, veremos Cuerda Larga y la sierra de la Morcuera, de la que esta montaña es prolongación; al este, el verdísimo Collado Abierto, adonde bajaremos en un amén siguiendo la alambrada que corre por la divisoria.

Collado Abierto (1.604 metros) es otro kilométrico pastadero -pero éste sin tapia, ya lo dice su nombre- donde nace el arroyo de Matallana, por cuya margen izquierda descenderemos rastreando a media ladera las veredas de vacas.

Este riacho nos deparará la última felicidad de la jornada: la chorrera de Rovellanos (1.360 metros; cuatro horas), una cola de caballo de ocho metros que se derrama sobre una poza rodeada de sauces, fresnos y rosales silvestres, ofreciendo un lugar idóneo para el baño y/o el almuerzo.

Para bajar al pie de la cascada y continuar hasta Canencia (media hora más), hay que atravesar un empinado verdinal que nos recordará -para seguir con las evocaciones asturianas- el legendario prado de la Soga, en San Ignacio de los Beyos: un prado tan vertical que obligaba a atarse al que lo segaba y desde donde se despeñó un hombre. Así que mucho cuidado.

Una ruta a pie exigente

Cómo ir. Canencia dista 82 kilómetros de Madrid yendo por la autovía del Norte (A-1); hay que desviarse pasado Lozoyuela por la M-604 (dirección Lozoya) y luego a la izquierda por la M-629.

- Datos de la ruta. Duración: 4-5 horas. Longitud: 14 kilómetros. Desnivel: 625 metros. Dificultad: media-alta. Tipo de camino: itinerario circular por pistas de tierra y veredas, sin señalizar. Cartografía: mapa Sierra Norte, de La Tienda Verde (teléfono 91 53432 57).

- Alrededores. En el puerto de Canencia (a nueve kilómetros): senda ecológica y chorrera de Mojonavalle. En Lozoya (a 12 kilómetros): embalse de Pinilla y sabinar del Chaparral. En San Mamés (a 13 kilómetros): chorrera de San Mamés. En Garganta de los Montes (a ocho kilómetros): ascensión a Peña Negra.

- Comer. Colorines (91 868 74 71): restaurante especializado en cabrito asado; precio medio, 20 euros. Fernando (Lozoya; 91 869 31 65): judiones, pescados frescos, carnes del Guadarrama y repostería casera; 20 euros. El Corralón del Embalse (Pinilla del Valle; 91 869 34 38): guisos tradicionales en un precioso pajar rehabilitado junto al embalse; 25 euros. El Arco (Villavieja del Lozoya; 91 868 09 11): cocochas en salsa verde y carrilladas de cerdo ibérico; 30 euros. El Pajar de Fuentehernando (Lozoya; 91 869 3194): cocido en puchero de barro y arroz con bogavante; 35 euros.

- Dormir. Colorines (teléfono 91 868 74 71): modesto hostal de 19 habitaciones; doble, 36 euros. Las Eras (teléfono 91 868 74 34): casitas rústicas con salón, cocina, chimenea y capacidad para cuatro personas; fin de semana, 100 euros. La Casa de la Era Chica (Lozoya; teléfono 667 44 79 18): bonitos apartamentos forrados de madera, con camas con dosel y vistas al embalse; fin de semana, 142-166 euros. El Arco (Villavieja; 91 868 09 11): hotel rural acogedor, presidido por un arco mudéjar del siglo XIII; doble, 50 euros.

- Más información. En la página de Internet www.sierranorte.com

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