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VISTO / OÍDO
Columna
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Interrogantes

Muchos artículos y muchas informaciones tienen titulares interrogativos. Tuve un director que los prohibía: decía que al lector no se le interroga, sino que se le resuelven sus dudas. Utopías. Dejé de usarlos porque el director es el verdadero autor del periódico como obra, sin interferir en las opiniones de sus escritores. Abc ha sido un periódico de autor; cuando dejó de serlo se está viniendo abajo. La abundancia de interrogantes indica ahora la desaparición continua de la verdad. No como obra de la mentira de poder, de Estado, sino como una desaparición de los dogmas. En algunas sociedades esos dogmas se hacen fanatismo y hasta suicidio: no han podido librarse del sistema de defensa propia, de resistencia a la invasión de dogmas ajenos -el occidentalismo político, religioso, económico- que se convertía en hambre para ellos, y buscan la vía habitual de la muerte.

Es una última reacción que otros pierden: África ha perdido su guerra exterior y nadie la cuida de su hambre, su enfermedad, su caída. La ventaja de Occidente, aparte de haber llegado hace años a un punto decisivo en la creación de armas y su hermana gemela, la crueldad, es la de llegar a la duda, al desarrollo del "sólo sé que no sé nada" socrático. Hay quien cree que Sócrates corrompía a la juventud porque la incitaba a no creer lo obligatorio. La corrupción se atribuye en muchos casos a lo que es ajeno al poder, que por serlo debe ser tenido por sano: libertad como corrupción ha sido un dogma de los poderes hasta que se han apoderado del concepto.

El mundo occidental produce ahora más información que nunca. Pero es un tipo de información que no conduce al conocimiento, y en ella se infiltra la mentira. No se sabe qué es verdad: pero se sabe qué es mentira, y ya produce grandes revulsivos como los que hemos visto en España con la caída del mentiroso Aznar y la degradación de los suyos; se ven en Estados Unidos, y hará caer al tonto de la bicicleta. Tal es la fuerza de la mentira organizada, y tal la condena a los corruptores, que aún la defensa produce sólo interrogantes. Las mentiras sagradas se aceptan sabiendo que no son, como la perpetuación de las jefaturas de estado por la sangre, y se celebran estos actos aparatosos que nos sirven para medir una forma de la política como infraestructura. Ni siquiera producen interrogantes: se sabe la respuesta, que es ajena a la realidad.

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