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Tribuna:PAÍSES, PAISAJES Y PAISANAJES | FÓRUM DE BARCELONA | Opinión
Tribuna
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De paseo por la guerra en el CCCB

Con el espíritu del jubilado, curioso y observador, esta semana asistimos a una actividad del llamado Fórum-Ciudad; es decir, todo aquello que seguramente se hubiese organizado igual, pero que ahora lleva la etiqueta correspondiente. A tal efecto, podíamos escoger entre un carnaval brasilero y una exposición sobre la guerra en el Centro de Cultura Contemporánea. Así de entrada, ver bailar a 200.000 mozalbetes con camiseta carioca -y a sus 200.000 pizpiretas acompañantes- da como un vértigo raro. Lejos de nosotros el horrible vicio de condenar la juerga. 400.000 bailongos son la mitad de los puestos de trabajo que prometió Felipe González. No obstante, los plomizos ritmos tropicales no son nuestro fuerte. Nos perdonarán, pero tanta alegría nos produce hiperclorhidria. Quizá por eso -huyendo del señor alcalde y sus chicos mambo-, acudimos a marcarnos unos pasitos de fox-trot a la calle de Montalegre.

Una vez allí, el alivio. Un oasis de mal rollo, entre tanta frivolidad. A la entrada nos reciben con una indirecta: mandíbulas de asno paleolítico. Efectivamente, no parece que hayamos evolucionado mucho desde entonces -con permiso de Sofía Loren. También encontramos un viejo micrófono radiofónico, desde el que Queipo de Llano amenazaba con cortarnos los testículos a todos los españoles. Más allá, la bandera roja que caracoleó sobre el Reichstag. Y la sobrecogedora resma de paño amarillo, estampado con las estrellas de David que debían llevar los judíos en la Alemania nazi. Sala tras sala, todo nos recuerda que -en demasiadas ocasiones- las culturas sólo se han comunicado a trompazo limpio para acabar bailando agarrao sobre la tumba de alguien.

Pasear entre tanto artefacto y tanto ingenio bélico incita a reflexionar sobre las razones que nos empujan al diálogo, aunque sea mediante un cañón del 12, porque de eso se trata, señoras y señores. Como decía el llorado Miguel Gila, cuando su padre le arreaba tres patadas en la cabeza le entendía. ¡Vaya si le entendía! Habrá que preguntarse, entonces, por qué resulta tan fácil discutir acaloradamente y, en cambio, cuesta tanto conversar al fresco. Por qué es tan complicado que las palabras se traduzcan en hechos, y no al contrario. Por qué la dialéctica de los puños es tan universal y no somos capaces de entendernos en ningún idioma conocido.

Salimos con el corazón encogido y las pupilas dilatadas de contemplar tanta barbarie -y no sólo nos referimos a las imágenes de Peret o Karina animando a las tropas españolas en el Sáhara o Sidi Ifni. Ese discurso de Franco eriza nuestro vello cuarentón, nos da miedo, nos da escalofríos. Aunque ya esté guardadito en nuestro baúl de los recuerdos, la voz gangosa del Caudillo, con su timbre de folclórica, nos deja cara de borriquitos -y lo dejamos ahí para no ser faltones. Hay que ver con qué convencimiento y con qué seguridad hablan los dictadores. Va a ser que tienen la autoestima -como se dice ahora- muy alta. ¿No podrían bajarla un poquito, para abrir la posibilidad de la duda, del error? ¿O es que esconden sus incertidumbres y su condición humana bajo el bigotito? Y lo bien que habla el inglés el tal Bush -se nota que tiene estudios. Tanta verdad absoluta nos deja exhaustos y con cara de idiotas. Una nefasta combinación en estos tiempos en que la duda está postergada y la seguridad es el valor por excelencia. Y es que, Barcelona y yo somos así, señora.

Accidents Polipoètics son Rafael Metlikovez y Xavier Theros.

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