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VISTO / OÍDO
Columna
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El horror que amenaza a Madrid, el de los Juegos Olímpicos de 2012 (¡peor que esta boda!), fue acogido de manera distinta por la derecha que la manda: los fenicios de la Aguirre alzaron dos dedos de la mano, como en tiempos de Franco (la enorme uve del Víctor que pintaron en las paredes de Salamanca, hasta entonces ilustre); los cartagineses del Ayuntamiento alzaron el dedo gordo como los emperadores romanos en buena señal. Se besaban todos como en una celebración del amor libre: comunista Sabanés, socialista Trini, conservadorcillo Gallardón. Lejos, en la foto fija, la Botella miraba con fastidio y rencor: pobre, le quedarán toda su vida el día en que lloró mientras votaba. Muchas cosas las pone quien mira, y todo depende del cristal, como decía el moderantista Campoamor. La interpretación es muy variada. Una es el regreso de los signos: gestos, saltos, bailes, besos para las cámaras, porque no pueden usar la palabra. Tienen que sobreactuar. Como los futbolistas en la cancha, los manifestantes en el mundo. En la más remota Chechenia o en la más dolorosa Honduras, se ponen gorros, se pintan letreros en las caras, alzan pancartas en inglés para ser leídos en el mundo. La aldea global necesita gestos, y la chica Jackson se sacó un pecho para mostrar libertad de cuerpo y sexo (no la tiene, le llueven sanciones en el país de los Powell que aún tienen las marcas serviles de la esclavitud haitiana); y las chicas Madonna y Britney se besaban en la boca la noche de los MTV en Radio City. Más localilla, más pequeñaja, la interpretación política: la libertad y la amplitud de Gallardón, la endogamia de la Aguirre y sus muñidores (muñir: concertar, disponer, manejar las voluntades de otros). Y se especula: ¿y si Aznar hubiera señalado con su dedo imperial a Alberto en vez de a Mariano? ¿Tendría salvación su partido? ¿Sería posible volver a Gallardón, quizá a Rato? Y si ese partido no se salva, como cayó UCD, ¿qué importa?

(Campoamor: no era tan cursi. Me descubría sus libertades un querido rojo, Hortelano. Don Ramón era monárquico, pero es que amaba a Isabel II, la reina cachonda. Un párrafo de Campoamor: "El infierno del Dante era un mal aprendiz en comparación con los retorcidos inventos de castigos infernales que me metían los clérigos enseñantes en mi tierna y sensible cabecita infantil. Todo el curso de mis primeros años ha sido un sueño tenebroso, del cual creo que todavía no he acabado de despertar").

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