A nuestro profesor Kiko Argüello
Recordado profesor, aunque no nos gustan nada sus pinturas ni sus sermones, celebramos que se dedique a pintar catedrales para bodas regias y no a la enseñanza como entonces.
Quizá no nos recuerde, pero a nosotros no se nos han olvidado las bofetadas, collejas y capones que tuvimos que soportar en su clase de dibujo del colegio Decroly de Madrid, allá por los finales de los cincuenta del siglo XX.
Contra usted aprendimos los valores laicos, así como a denostar el fanatismo religioso que solamente genera dolor y violencia. Le conocimos entonces y le conocemos ahora, como dicen los textos sagrados, por sus obras (bizantinas, por supuesto). ¡Gracias, Kiko!
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