Eduardo Gallo, por la puerta grande
El triunfador de la tarde fue Eduardo Gallo, que se presentaba en esta plaza con maneras de torero artista y lo demostró de manera desigual ante un público entregado y novillos inválidos y nobles. Es verdad, sin embargo, que toreó muy bien a la verónica con las manos muy bajas y la planta quieta, y manejó la muleta con naturalidad y ligazón en una labor con altibajos, a pesar de lo cual se metió al público en el bolsillo, ayuno como está de toreo de calidad.
Presentó sus credenciales en su primero, un novillo con el que su toreo brilló poco por la nula fortaleza del animal y su embestida docilona. Mejoró sensiblemente en el quinto, en medio de un auténtico diluvio, y volvió a lucirse con el capote y muleta en tandas, a veces enganchadas, pero largas y sentidas por ambas manos. Su triunfo lo corroboró en el sexto, tan inválido como los demás, al que lanceó con mucho gusto a la verónica y volvió a demostrar su toreo fino y elegante, especialmente por el lado izquierdo. No hubo faena redonda, pero su labor de conjunto es muy meritoria, especialmente por su interés en hacer el toreo ortodoxo, algo excepcional en los tiempos que corren.
Sorando / Bolívar, Marín, Gallo
Novillos de Román Sorando, desiguales de presentación, nobles y absolutamente inválidos; segundo y quinto, devueltos y sustituídos por un sobrero de Navalrosal, manso y violento, y otro de Alejandro Vázquez, manso y noble. Luis Bolívar: dos pinchazos -aviso- y el novillo se echa (silencio); casi entera atravesada y dos descabellos (silencio); bajonazo (silencio). Sergio Marín: resultó cogido en su primero. Sufrió distensión de los ligamentos de la rodilla izquierda y un puntazo corrido en la cara posterior del muslo izquierdo. Prónostico reservado. Eduardo Gallo: media y un descabello (ovación); estocada (oreja); estocada contraria (oreja). Salió a hombros por la puerta grande. Plaza de Las Ventas. 17 de mayo. Segunda novillada de Feria. Tres cuartos de entrada.
Quizás el momento más emotivo de la tarde lo protagonizó Sergio Marín, que recibió una gran paliza al iniciar la faena de muleta al primero de su lote. Lo toreaba por bajo con mando y suficiencia cuando al rematar la tanda fue derribado por el novillo, que lo buscó con saña en el suelo; posteriormente lo enganchó por la taleguilla, lo levantó y zarandeó dramáticamente contra el albero. El torero se levantó desmadejado, con evidentes signos de dolor en su rostro y se desplomó en brazos de las asistencias.
Antes del percance, Marín había demostrado que es un novillero muy valiente. Le devolvieron su novillo por manifiesta invalidez y en su lugar salió un sobrero manso, violento y bronco, que huyó de los caballos, y llegó a la muleta con mucho sentido y mala condición. A pesar de ello y contra la opinión de gran parte del público, Marín se echó el capote a la espalda y lo toreó con enorme gallardía por ceñidas gaoneras mientras el viento que soplaba con fuerza lo dejaba al descubierto. La cogida llegó momentos después cuando, muleta en mano, recibió al novillo por bajo, pases largos y hondos que fueron muy jaleados por los tendidos. Cuando pretendía cerrar la tanda, fue atropellado por el novillo y todas las ilusiones se desvanecieron.
Acabó con el animal Luis Bolívar, que quiso dar a entender que asumía el reto, pero su toreo fue muy vulgar porque siempre lo ejecutó con la muleta retrasada y de perfil. El colombiano, triunfador otras tardes en esta plaza, dio ayer la de arena. No fue el torero poderoso, dominador, seguro y artista de antaño. Por el contrario, parece que se ha modernizado y, aunque mantiene sus buenas maneras, más se asemeja a un monótono pegapases que a un torero de verdad. Tuvo en su primero al novillo más potable de la tarde, de escasa codicia, pero noble y largo en la muleta. Era, además, un novillete sin trapío con el que Bolívar no encontró el sitio adecuado ni acabó de encontrarse a gusto. Mal colocado casi siempre, su labor resultó aburrida y espesa. No mejoró en el cuarto, un inválido que no tuvo un pase.
Babelia
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