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Columna
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Noticias

Hemos recibido varias noticias importantes en 2004. Una de ellas es particularmente preocupante. Si no nos espabilamos, la marcha de nuestros sectores económicos tradicionales puede provocar el descalabro de ese particular estado de complacencia en el que se vive por estas latitudes. La última noticia, aunque no la más importante, es que el Valencia CF ha conseguido ganar la liga en detrimento de las ambiciones galácticas de las huestes comandadas por Florentino Pérez. De él se decía que era el dueño de España, con la complacencia de Fernández Tapias y algún colega valenciano. El poder valenciano de opereta ataca de nuevo. Que la política española se conmueva, junto a la derrota del Real Madrid, no deja de ser una carambola que los valencianos pagaremos cara. Las tensiones entre los políticos ya las hemos percibido, no sin cierta desazón. El reloj de la Comunidad Valenciana se paró hace casi un año y todavía no hemos acabado de arrancar entre remodelación y remodelación. De las elecciones autonómicas a las europeas, pasando por el vértigo de las generales.

A los valencianos les interesa conocer cuáles son los proyectos, aparte de la noticia de que vamos a albergar la Copa del América hasta 2007. Es una oportunidad que nos viene de fuera, pero ¿dónde están las apuestas políticas, las grandes inversiones y las geniales ideas para relanzar las industrias? ¿Quién levantará la moral de nuestros agricultores o hará de las comarcas del interior la nueva esperanza para el turismo rural? Los valencianos a lo largo de su historia han logrado resurgir y despuntar, cuando se han replegado hacia sus potencialidades y se han esforzado para catapultar ideas fructíferas y originales.

Y para noticia de envergadura, de las que marcan época, la ampliación de la Unión Europea de 15 a 25 socios. Más de 454 millones de ciudadanos en una operación política que resituará al viejo mundo europeo en la cima del concierto de las naciones. El lance es atractivo porque marca la superación de la guerra fría y de las secuelas de la II Guerra Mundial. A nosotros nos arrincona en nuestra amable mediterraneidad, mientras Francia, Alemania y Gran Bretaña se disponen a comandar, desde Bruselas, el nuevo mapa europeo que la mayoría de los valencianos no hemos llegado a asimilar. Estados Unidos, en pleno estremecimiento electoral, ha encontrado en Irak la horma más incómoda para su zapato y Bush lo tiene cada día más complicado.

Cierto es que las noticias bullen y nos ha sorprendido que el nuevo gobierno socialista haya solicitado incluir en la Constitución Europea el reconocimiento de tres lenguas hispanas: catalán, vasco y gallego. Ha sido una decisión atrevida para acabar con antiguos recelos y abrir paso a la España plural que propugna Pasqual Maragall.

Todas estas noticias nos afectan porque el cambio político comenzó con Maragall, el tripartito y el remate de Zapatero, asistido por el refrendo de Chaves en Andalucía. No cabe duda de que hay planes y que la Comunidad Valenciana no está ausente del laboratorio de ideas. Tormenta cerebral, que llaman algunos, en la que sería interesante participar con apuestas firmes, con nuevas sugerencias políticas y con proyectos que han de configurar la Comunidad Valenciana en el futuro. El agua, entonces, se nos dará por añadidura.

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