Candidaturas programáticas
Sin ánimo de acentuar la ya aguda personalización de la vida política española, me parece indudable que, en un sistema de listas cerradas y bloqueadas como el nuestro, los nombres, los perfiles, las trayectorias de quienes ocupan los puestos de salida en las candidaturas son altamente significativos, muchísimo más que esos prolijos y sesudos programas de cuya existencia el 99% de los electores no van a tener ni siquiera noticia. Ello resulta especialmente cierto para unos comicios europeos en los que el Estado español es circunscripción única y, por consiguiente, todos sus ciudadanos manejamos las mismas papeletas de voto; unas elecciones, además, en las que ni de manera explícita ni tácita se escoge a ningún cargo ejecutivo: ni alcalde, ni presidente del Gobierno, ni presidente de comunidad autónoma.
Pues bien, si se admite la fuerte carga programática que las listas electorales al Parlamento Europeo poseen, no será ocioso analizar desde tal perspectiva las que los dos principales partidos de ámbito estatal proponen para la votación del próximo 13 de junio. Tras haber renovado la suya en el 50% con respecto a 1999, el Partido Socialista Obrero Español ha designado como cabeza de cartel a José Borrell Fontelles, la figura que -lo merezca más o menos- representa ante la opinión pública la personificación del alma jacobina del PSOE, el paladín de la acción tenaz y redentora del Estado frente al lastre localista de las autonomías, un catalán cuya capital política es Madrid; o sea, la aparente antítesis del zapaterismo-maragallismo y de las alianzas tripartitas vigentes en Barcelona e incluso en la Corte.
Le sigue en la candidatura la que fue número uno cinco años atrás, Rosa Díez González, quien -una vez amortizado Nicolás Redondo Terreros- encarna en el socialismo vasco a la tendencia más antinacionalista, más afín a ¡Basta Ya!, Foro de Ermua y similares, más proclive a alinearse con el PP en el "bloque constitucionalista". De hecho, de la labor parlamentaria de la señora Díez en Bruselas y Estrasburgo durante el pasado quinquenio apenas ha trascendido otra cosa que su apoyo entusiasta a la desastrosa política vasca (ilegalizaciones, suspensión de periódicos, reformas espurias del código penal...) del Gobierno de Aznar. Sí, por supuesto que, algo más abajo en la lista, aparecen nombres tranquilizadores, sobre todo el de Raimon Obiols, pero el ticket de cabeza es de lo más sesgado y contradictorio con el nuevo rumbo del partido a raíz del 14-M.
Claro que todo en política es relativo, y la candidatura europea del PSOE resulta balsámica en comparación con la del Partido Popular. En el primer puesto, un Jaime Mayor Oreja definitivamente de regreso de su fracasada reconquista política de Euskadi para el españolismo pero que -hombre de ideas fijas, aunque pocas- ya ha emprendido la traslación al ámbito estatal de su plañidero y victimista discurso vasco; se trata de achacar al PSOE las mismas imputaciones que formuló hasta ahora contra el PNV y contra Ajuria Enea: que los socialistas quieren "enterrar los valores, los principios y el modelo de sociedad del PP", que tratan de "ridiculizar el constitucionalismo", etcétera.
Tras este mascarón de proa -aquel que comparó, el pasado otoño, "la herencia de Pujol con la herencia de ETA"- y entre una caterva de ex ministros y demás altos cargos que prefieren comer el duro pan de la oposición en la húmeda Bruselas a hacerlo en el árido Madrid, hallamos más nombres de enjundia programática: Carmen Fraga (hija de don Manuel), Carlos Iturgaiz (otro paladín del antinacionalismo vasco con síntomas de fatiga de materiales) y el periodista radiofónico Luis Herrero, a través de cuyo fichaje la vieja coalición tácita entre el PP y la Cope se hace ya explícita y estentórea.
¿Y la sensibilidad catalanista, aquella que el liderazgo de Josep Piqué instauró a bombo y platillo en el Partido Popular de Cataluña hace año y medio, quién va a representarla en Europa? Pues verán, en un principio debía hacerlo el señor Salvador Sanz Palacio, discretísimo diputado al Congreso con el número seis por Barcelona en la legislatura 2000-2004, huérfano de escaño debido al bajón electoral del PP el pasado 14 de marzo y repescado después para la candidatura europea en el puesto 25º. Sin embargo, como resulta poco probable que el partido obtenga el próximo 13 de junio tal número de actas, el presidente Piqué decidió tomar medidas heroicas para garantizar la visibilidad de sus huestes en el escenario político europeo y EL PAÍS explicó el pasado sábado en qué consistían dichas medidas: "Piqué encarga a Vidal-Quadras representar al PP catalán en Europa". Vidal-Quadras el réprobo, emigrado a las filas del PP madrileño tras su defenestración barcelonesa; Vidal-Quadras, de cuya boca y de cuya pluma han salido los más despiadados dicterios, las burlas más crueles contra la persona y la línea política de Josep Piqué; Vidal-Quadras, que en su mandato anterior apadrinó ante el Parlamento Europeo las grotescas denuncias de "persecución" contra la lengua castellana en Cataluña...: él va a ser el mandatario, el abogado del PP catalán para cuando se debatan en la Eurocámara asuntos que interesen a Cataluña (¿el reconocimiento del catalán por parte de la Unión Europea, tal vez?). Pese a los días transcurridos, todavía me parece oír la risa sardónica del bueno de don Alejo en cuanto concluyó su "acuerdo verbal" con Piqué i Camps.
Sin duda, debemos felicitarnos de que los grandes partidos políticos españoles ya confeccionen sus listas electorales sobre la base de la paridad entre sexos. En cuanto al pluralismo ideológico interno y la diversidad de sensibilidades identitarias, habrá que seguir esperando.
Joan B. Culla i Clarà es historiador.
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