"Más que entender a Rafael Alberti hay que gozar con su poesía"
El cantautor Ángel Corpa (Cuenca, 1952) ha puesto la voz durante décadas a Libertad sin ira, la canción del grupo Jarcha que con el paso del tiempo se convirtió en un himno contra la opresión. Ángel Corpa acaba de editar el compacto Claveles y espadas, en el que ha musicado poemas de Rafael Alberti. Este cantautor, que vive entre Sevilla y Huelva, tiene el gesto duro de los resistentes y la mirada blanda de los poetas.
Pregunta. Usted ha realizado la letra y la música de una canción de este disco dedicada a Alberti en la que dice: "Marinero en tierra yo quiero ser / P'a entender las cosillas de Rafael". ¿Qué hay que entender de Alberti?
Respuesta. Más que entender a Rafael Alberti hay que gozar con su poesía. Cuando un artista propone una obra, lo que tiene que hacer el público es tratar de disfrutarla. Yo no soy un experto en poesía, pero me planteo disfrutar con lo que hago.
"Pusimos en el viento 'Libertad sin ira' en 1976 y la gente hizo suya la canción"
P. Un crítico de música catalán ha dicho que su composición sobre Alberti tiene la misma dimensión que el disco que Serrat dedicó a Machado en la década de los setenta. ¿Se ha pasado en su comentario ese crítico?
R. He recibido esa afirmación como un piropo, como un regalo al oído que yo no sé si merezco. Cuando uno elabora un obra de estas características, lo que trata de poner es todo el corazón, toda la sabiduría que uno ha atesorado con los años. El juicio final debe ponerlo el público, que es el auténtico soberano.
P. ¿Cuál es el verso más contundente del disco?
R. Me resulta muy emotivo uno en el que el poeta se refiere a la vuelta del exilio. Dice: "Amarga ha de ser la vuelta / pero sin sabor amargo".
P. Hay canciones de contenido muy duro, sobre todo algunas escritas por Alberti durante el exilio.
R. Efectivamente, hay por ejemplo un poema durísimo titulado No dormiréis que Alberti escribió cuando tuvo noticia de la muerte de su gran amigo Pablo Neruda. Se trata de uno de los poemas más contundentes que yo he leído y he musicado. Es como un puñal dentro del disco: "No dormiréis, malditos de la espada, / cuervos nocturnos de sangrientas uñas, / tristes cobardes de las sombras tristes, / violadores de muertos. No dormiréis". Yo he entendido el desgarro que puede suponer para una persona pasar más de 40 años en el exilio. Creo que después de la pena de muerte no hay castigo mayor para el ser humano que el exilio, porque a uno lo privan de su paisaje, de sus costumbres, de sus amigos y de su luz. Es un castigo inhumano.
P. Ha escrito usted que al releer a Alberti en 2002 sintió como "un cálido romance entre algunos poemas y el músico". ¿Cómo tardó tanto en llegar a Alberti?
R. Yo conocí personalmente a Rafael en mi juventud, pero ni yo conecté con él ni él conectó conmigo. Fue un lamentable desencuentro. Pero me aproximé de nuevo a él cuando tuve noticias de la celebración de su centenario y entonces descubrí muchas cosas que yo no había sabido captar la primera vez que me acerqué a su poesía. Yo sostengo que los poemas me han elegido a mí, no yo a los poemas.
P. En otro orden de cosas. Libertad sin ira se ha convertido en una especie de himno. ¿Qué se siente?
R. Se sienten muchos escalofríos, sobre todo cuando observas que el pueblo la canta en momentos críticos. Esa canción la pusimos en el viento en 1976 y prácticamente dejó de pertenecernos inmediatamente, porque la gente la hizo suya. Y andando los años, en 1997, cuando ETA secuestró y posteriormente asesinó a Miguel Ángel Blanco, las manifestaciones que siguieron a aquella barbarie, buscando un grito colectivo, recurrieron a dos canciones: un fragmento de la Novena Sinfonía de Beethoven y a Libertad sin ira. No puede haber mayor orgullo para un artista. Sólo me cabe satisfacción de haber puesto la voz a aquella canción, que tanto ha servido y sigue sirviendo para que en momentos determinados los ciudadanos saquen fuera mucha rabia y muchos sentimientos hermosísimos que habitan en el corazón.
P. Usted lleva muchos años en el mundo de la música. Se le puede considerar como un superviviente. ¿Es duro?
R. Es muy duro. Éste no es un oficio ni para cobardes ni para mediocres, porque las dificultades que a veces se presentan no están al alcance de cualquiera superarlas. Nuestra vida es una sucesión de dientes de sierra, tan pronto estás arriba como estás abajo, a veces te hallas en el cielo y, otras, en el infierno. Con todo, yo creo que si uno no ha vivido esos momentos altos y bajos, no es capaz luego de traducir en música esa cantidad de sensaciones que en mayor o menor medida son comunes a los millones de personas que habitan el planeta.
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