Superliga rojiblanca
El Athletic vuelve a ganar la máxima competición de fútbol femenino, una jornada antes de su conclusión
Cuando el difunto Javier Uria anunció en su candidatura a la presidencia del Athletic la creación de un equipo femenino, más de uno pensó que se trataba exclusivamente de un reclamo electoral de dudoso porvenir: ganar el voto femenino, cada vez más numeroso entre la masa social rojiblanca, a riesgo de perder el voto de los fundamentalistas futbolísticos, que aún hoy reniegan de la versión femenina del balompié.
Sea lo que fuere, lo que nadie pensaba es que en sus dos años de vida, el Athletic femenino, surgido a expensas del histórico Leioa, iba a sumar dos títulos de la Superliga, los dos únicos que han entrado en las vitrinas del club desde 1984, cuando el equipo dirigido por Javier Clemente ganó su segunda Liga. Ayer, en Mérida, las chicas entrenadas por Iñigo Juaristi, vencían 1-3 al colista Corderex de Mérida y se proclamaban campeonas de la Superliga una semana antes de la conclusión del campeonato.
Las mujeres se han convertido en el único exponente de la alegría del club
Huerfáno de títulos, a los que antaño contribuían tanto el primer equipo masculino como el juvenil, que no gana un campeonato desde que lo obtuviera la generación de Julen Guerrero, y ausentes de la Copa del Rey, la competición emblemática que más decepciones ha procurado en los últimos años, el equipo femenino se ha convertido en el único exponente de la alegría rojiblanca.
La inversión ha sido productiva. El equipo femenino tiene un coste mínimo, concebido como un estricto grupo de aficionadas que no reciben premio alguno, ni ficha, ni sueldos, y sólo cuentan con una mínima dieta para desplazamientos que no alcanza para bonos de transporte y mucho menos para gasolina. Juegan por amor al arte e incluso la plantilla se costeó de su bolsillo la comida de celebración del titulo conseguido la pasada temporada, a la que, sin embargo, sí asistió el presidente del club, Ignacio Ugartetxe.
El coste, pues, es mínimo y el resultado interesante. La asistencia a los partidos que disputan en Lezama no desmerece respecto a otras categorías del fútbol masculino, y cuando juegan en San Mamés o Lasesarre, donde disputaron el decisivo partido ante el Sabadell, la asistencia es masiva. Incluso, la presencia del público fue importante en Lasesarre hace dos semanas, a pesar de que los socios debían pagar seis euros. La voracidad económica del Athletic parece insaciable para hacer frente a la debilidad de sus arcas y el crecimiento de su deuda. Aún así, el mérito de las jugadoras rojiblancas es importante.
El despegue del fútbol femenino se basa en la semiprofesionalización de las futbolistas. Algunos equipos que disputan la Superliga han apostado por el fichaje de futbolistas, donde se combinan los sueldos y/o las ofertas de trabajo que han hecho emigrar a varias jugadoras vascas. El Levante, quizá el primer gran club femenino, o el Sabadell confeccionan cada año sus plantillas a golpe de talonario, dentro de la precariedad en la que todavía se mueve el fútbol femenino. El Athletic, sin embargo, no está dispuesto a romper el espíritu aficionado de su plantilla, algo que tarde o temprano acabará repercutiendo en los resultados, a medida que el interés del fútbol femenino siga creciendo en España.
Cuando Eva Ferreira, Nerea e Itziar marcaron ayer los tres goles que certificaban el título de Liga (entre medio anotó la emeritense Tamara), conseguían algo más que un titulo. En cierto modo, ratificaban la filosofía del club bilbaíno y daban un paso más en el afianzamiento de esta disciplina en el País Vasco. Hoy dos equipos vascos disputan la Superliga, el Athletic y el Lagunak de Pamplona, pero en breve se anuncia la creación de una Real Sociedad femenina que, junto al Eibartarrak, en Primera División, se convertiría en el segundo club de Guipúzcoa.
Siempre se ha valorado la presencia de los grandes clubes masculinos en la Superliga femenina como el principal soporte para el desarrollo de este deporte. Poco a poco, las previsiones se van cumpliendo, aunque el debate hombre-mujer, masculino-femenino en el fútbol adquiere un grado de visceralidad de difícil solución. No en vano, cuando un defensa no es duro se dice de él que "es una madre", o cuando un árbitro corta las entradas fuertes se le recuerda que el fútbol "es un juego de hombres, no de señoritas".
Pero las señoritas del Athletic, madrugando para trabajar y entrenando en sus horas libres, sin cobrar y sin premio alguno, han conseguido su segundo título de Liga y el domingo, como reconocimiento, volverán a jugar en San Mamés. Eso será todo.
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