El talisman Ortí y el 'traspaso' de Ayala
El presidente suma su segundo título en tres años y frena el acoso de los grandes accionistas
Jaime Ortí se retorcía de placer y de nervios en el sillón de un hotel de Sevilla frente a la pantalla del televisor. Veía cómo el Madrid agonizaba ante Eto'o y sabía que él, un empresario de 57 años del sector del aluminio, estaba a punto de entrar en el imaginario valencianista como un presidente-talismán. Un tipo con suerte que, en tres años al frente de la presidencia, iba a conseguir dos Ligas y una final a la vista de la Copa de la UEFA. No está mal para alguien con pocas acciones en una sociedad anónima rodeada de tiburones financieros que ya tenían decidida hace meses su destitución, al considerarlo poco preparado para el cargo.
Pero la sentencia será probablemente revocada por este título de Liga, conscientes como son los accionistas de lo impopular que sería la medida. Porque otra cosa no, pero Ortí sí cuenta con el apoyo de los peñistas y los aficionados, a los que, aparte del éxito, se ha ido ganando por su carácter cariñoso y afable. Nunca escatima abrazos ni palabras amables. Tantos que, entre los periodistas, se le quedó el mote de "bonico", por acabar a menudo sus saludos con ese vocablo como muletilla: "¿Cómo estás, bonico?". En este contexto se entiende el show que montó en La Romareda tras la victoria de su equipo, cuando se puso una peluca naranja que le lanzaron los aficionados desde la grada: fue su primera venganza contra los grandes accionistas que querían despacharlo en beneficio del ex presidente Pedro Cortés, con quien Ortí se abrazó en la noche del sábado en el hotel sevillano. Abrazos que forman parte desde hace años en Mestalla del escenario de la traición.
No hay que olvidar cómo empezó Ortí el presente ejercicio: pitado por todo el estadio de Mestalla en el día de la presentación. El público le recriminó la falta de refuerzos que reclamaba a voces el entrenador, sobre todo la contratación de Eto'o. No había dinero en la caja porque el club está en una situación económica muy delicada: la deuda es de unos 120 millones de euros. Nueve meses después, Ortí y su directiva pueden presumir de haber acertado en las grandes decisiones. La de haber ampliado el contrato del técnico, Rafa Benítez, hasta junio de 2005, y, ésta mucho más peliaguda, la de negarse a traspasar a Ayala al Madrid en el último suspiro. Estuvieron a punto. Se cerraba el plazo y Ayala presionó muy fuerte para que le dejaran marchar al Bernabéu. Estuvo incluso cinco jornadas sin jugar alegando una lesión imaginaria. El Madrid ofreció seis millones de euros, el Valencia replicó que 12, el club blanco aceptó esta última cantidad, pero entonces Ortí retrocedió. Pensó que su afición no entendería que reforzara el punto débil del rival más directo de los últimos años, de ahí que solicitara un trueque con Eto'o que sabía que el Madrid no aceptaría. Finalmente, el Valencia le mejoró el contrato a Ayala y éste se ha convertido en el mejor defensa del campeonato. Decisivo para el título.
Ortí se considera tocado por la fortuna desde que un día primaveral de hace 33 años se presentó en el viejo Sarriá portando un abanico gigante que daba cuenta de su pueblo de origen, Aldaia, y de su confianza en que el Valencia de Alfredo Di Stéfano se proclamaría campeón de Liga. Así fue pese a perder frente al Espanyol. Hace dos años, Ortí volvió a pasearse con el mismo y ya ajado abanico por La Rosaleda de Málaga, en la quinta Liga valencianista. Y otro tanto tenía previsto ayer. Mientras el abanico se ha convertido en un símbolo del valencianismo, Ortí es uno de los tres presidentes de la historia del club que ostentan este trofeo. Luis Casanova conquistó tres (1942, 1944 y 1947) y Julio de Miguel otro (1971).
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