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Columna
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Cultura

¿Qué convierte a Consuelo Ciscar en una figura imprescindible? ¿Por qué debe ocupar necesariamente, desde hace casi diez años, un puesto relevante en la gestión de la política cultural de la Generalitat Valenciana? El primer consejero de Cultura del PP, Fernando Villalonga, la nombró directora general como compensación a que incumplió el anuncio electoral de que sería la directora del IVAM. Ahora, Esteban González Pons, en un movimiento inverso, la pone al frente del museo de arte moderno precisamente para alejarla de la secretaría autonómica. Ni uno ni otro habrían incluido entre sus colaboradores a una persona que, en muchos ámbitos de la cultura, no sólo indígena, tiene una imagen controvertida, más expansiva que eficiente, más estentórea que de rigor. ¿Entonces? La explicación revela un intervencionismo político de lo más crudo: goza todavía de la protección de Eduardo Zaplana, a quien montó, cuando fue presidente, un aparato de agitación propagandística tan caro como inútil en términos de rendimiento social. Ello impide que, con toda normalidad, el titular de la cartera la mande a casa. Dice mucho el episodio sobre cómo maneja la derecha las instituciones culturales y el poder en general. El consejero González Pons, no sólo tiene el derecho, sino la obligación de organizar su equipo de acuerdo con sus criterios de idoneidad y confianza. Es su responsabilidad. Y tiene derecho el IVAM, por lo que significó y todavía puede representar, a disponer de un responsable que no llegue a su sede en la calle de Guillem de Castro rebotado de un descarte. ¿Quiere eso decir que Consuelo Ciscar lo hará peor que Kosme de Barañano, el destituido director? La cortesía más elemental aconseja diferir cualquier juicio. Es seguro, sin embargo, que se disipará el sopor. Barañano imprimió al museo un aire antipático y gris, fruto de una pose de excelencia intelectual que a menudo revelaba sus insuficiencias en la programación. Postura o impostura, Barañano se equivocó en la actitud, hizo enemigos dentro y fuera pero no deslumbró. Su gran apuesta para salvar la cara fue el congelado y espectacular proyecto de ampliación. Deja una huella confusa, desprovista de emoción.

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