Una maraña de sentimientos
Una coincidencia no inhabitual en nuestro revuelto mundo editorial coloca a la vez en librerías dos ediciones de un mismo texto de Italo Svevo. La edición de Acantilado recoge únicamente el que responde al título; la de Montesinos incluye además tres relatos y un fragmento. La historia del buen viejo y la bella muchacha es una novela corta que, junto al Corto viaje sentimental que, en su día, editara Alianza Editorial en El Libro de Bolsillo, constituye una sugestiva y admirable reflexión sobre la vejez, asunto predilecto de Svevo en sus años finales. Ya su segunda novela llevaba un título premonitorio al respecto (Senectud, Acantilado, 2001), aunque no se trate exactamente de la historia de un viejo sino que se refiere más bien, según define Claudio Magris, al "cansancio vital y existencial -o mejor, la conciencia de ese cansancio- que asalta la cultura europea y la inteligencia burguesa y que es vivida desde dentro, en el plano inmediato de los sentimientos y pulsiones, a través de las ambivalencias del amor y los celos". También sería aplicable esta explicación a su primera novela, Una vida (Josef K., 2003). Sin embargo, la figura del viejo y la presencia de la senectud son sustanciales en la obra de Svevo tras el paréntesis creativo -25 años- que se abre tras su segunda novela y se cierra con la publicación de su obra maestra, una de las cumbres de la narrativa del siglo XX, La conciencia de Zeno (Lumen, 2001, y Gredos, 2004).
LA HISTORIA DEL BUEN VIEJO Y LA BELLA MUCHACHA
Italo Svevo
Traducción de Mercedes Corral
Acantilado. Barcelona, 2004
104 páginas. 7 euros
EL VIEJO Y LA JOVENCITA
Italo Svevo
Traducción de Flavia Company
Montesinos. Barcelona, 2004
192 páginas. 9 euros
La novelita que nos ocupa -una auténtica joya- se desarrolla en tres secciones y tres sueños. Como historia es convencional: un viejo adinerado se encapricha con una joven pobre; la relación se interrumpe tras un amago de infarto; el viejo reanuda sus relaciones con la joven de manera paternal. Estas tres secciones van acompañadas de tres sueños: el primero es el origen del infarto, un grave encuentro con el dolor; el segundo es una representación del abandono; el tercero señala la presencia de la muerte. Los tres sueños actúan de pautas simbólicas. Y, a su vez, podemos establecer otra partición de la novela en dos: el relato del conjunto de la relación con la joven, de una parte, y la escritura que el viejo hace de su experiencia, de otra.
El viejo no es fatuo; piensa que si la jovencita se siente atraída por el lujo de su oficina, de su casa, de su persona, si ama tantas cosas suyas, también puede amarle un poco a él. Svevo desarrolla con toda maestría los cambiantes y contradictorios sentimientos del viejo y las explicaciones que se da a sí mismo. Este desarrollo contiene flujos de sentimientos expuestos con extrema agudeza, como el paso de la idea de que la existencia de los celos hace "verdadera" y no fingida (no comprada) la relación inicial, a la idea, tras la etapa de dolor y temor que le inflige la enfermedad, de que los celos se convierten en abyección porque piensa -al ver a la jovencita paseando ante su ventana del brazo de un petimetre- que ya no es la vida de otros sino la suya propia la que pasa por la calle ante sus ojos, lo que le deja "apasionadamente descontento con la jovencita y consigo mismo".
Lo medular de esta historia
es la relación del viejo con su propia vejez: eso es lo que desde el principio desarrolla maravillosamente Svevo. Y en un momento dado, cuando la joven convertida poco a poco en una burguesita que empieza a derivar hacia damita galante, el viejo retrocede primero hacia lo que considera su dignidad y la discreta pero implacable causticidad del autor lo lleva hacia la progresiva desconexión con la realidad, lo empuja hacia la escritura. El viejo decide escribir y lo que hace es una labor auténtica de escritor: se dedica a poner en orden su experiencia para tratar de explicársela; pero este movimiento le lleva también a dar una serie de pasos en los que se consuma la maestría de Svevo.
"Y así fue cómo en los últimos años de su vida nuestro buen viejo se convirtió en escritor". No pudiendo encontrar interlocutor, se decide a escribir. Cuando relee el manuscrito se lleva una desilusión "porque creyó que había pensado bien y escrito mal" (entre paréntesis, ésta es una descripción perfecta del escritor novato). Pero poco a poco, a medida que avanza en la escritura, se va despojando de la vida para adentrarse en sí mismo en primer lugar y, más tarde, para llegar a la idea que le obliga a escribir. Nace en su mente una teoría y escribe hasta que se encuentra solo frente a ella; y ella lo lleva a las preguntas sin respuesta.
Esta segunda visión de la vejez es la que se entrama con la historia del viejo que seduce a la joven con otros medios que su apostura y su virilidad hasta que reconoce que un viejo no es más que un "joven debilitado". La suma de las dos crea una novela prodigiosa bajo su aspecto de sencillo relato moralista. Y todo ello nos devuelve a la conciencia del cansancio -el cansancio del siglo, la decadencia de la vieja Europa- que mencionaba al principio. Una maravillosa fábula, decantada, sutil, perfecta. En cuanto a las dos ediciones, sin tener a la vista el original italiano, me inclino por la coherencia y calidad literaria de la de Mercedes Corral sin que ello deba entenderse como reproche a la de Flavia Company. La edición de Montesinos contiene tres cuentos admirables y un borrador de novela, precisamente sobre la vejez; adiciones que, unidas a los relatos que se añaden al Corto viaje sentimental de Alianza, pueden dar por traducida toda la obra de Italo Svevo a nuestra lengua.
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