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Columna
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El tío de Tallín

Nunca tuve un tío de Tallín, pero como si lo tuviera. Porque llega un momento en que el tiempo es una niebla de ciudades y campos, de libros y sueños, y el tío abuelo de Tallín acaba por existir. Él había nacido allí, en Estonia, y a los 20 años abandonó su país y viajó a la cercana Letonia, donde abrió un taller de sastrería en Riga. Las cosas pronto le fueron bien, mas como él era un aventurero, al revés que tantas personas que sollozan si no viven en el terruño, el tío de Tallín traspasó la sastrería y viajó a Lituania donde abrió otra, en la ciudad de Kaunas. Allí conoció a una mujer que venía de una familia de comerciantes con la que se casó y fue muy feliz hasta que ella murió en un accidente de tren. Mi tío, desolado, viajó después a Polonia, trabajó muy duro y logró entrar en los círculos financieros de Lodz. Vestía como un figurín entonces, pero como acabó aburriéndose de aquella vida regalada, cruzó los Sudetes, entró en tierra checa y tuvo negocios diversos y amores fugaces en Praga. Años después mi tío abrió una librería alemana en Bratislava, ya en Eslovaquia, donde se casó con una chica de Transilvania, una mujer rubia llamada Helena (no sé si hay una foto de ella por casa). Andando el tiempo mis tíos vivieron en Budapest (a fin de cuentas ella era de la minoría húngara de Rumanía), y allí regentaron un pequeño hotel, y allí también les pilló la primera guerra mundial, a cuyo término se instalaron en la costa de Eslovenia, donde abrieron una academia de idiomas. Años más tarde, cuando ya eran mayores, mis tíos embarcaron con sus dineros para La Valetta, en Malta, y allí vivieron años de paz y de sol; y cuando mi tío murió, mi querido tío de Tallín, mi tía se enamoró de un griego hijo de madre turca y se fue a vivir con él a Chipre, y ahí se pierde el rastro de esta parte de mi familia; y yo ya sólo puedo añadir que quiero ser como el tío de Tallín: vivir en la Europa toda, de un lado para otro, implicado y sin implicarme a un tiempo, ajeno a todas las tribus, que van decreciendo por fortuna, y seguir a mi aire la esperanzadora senda por donde ya caminan los 25 estados de la Unión Europea.

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