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FÚTBOL | 35ª jornada de Liga

El Madrid se pone en manos del destino

El conjunto de Queiroz vuelve a sufrir una expulsión prematura y cae en Riazor ante un Deportivo lleno de suplentes (2-0)

Xosé Hermida

El Madrid se ha puesto definitivamente en manos del destino, a merced de la capacidad del Valencia para atrapar la Liga que los fallos del conjunto de Carlos Queiroz le han dejado a tiro. En Riazor el Madrid culminó la travesía del desierto iniciada hace algunas semanas en la aciaga final de la Copa del Rey contra el Zaragoza. Al Madrid de anoche no le faltó decisión y hasta puede alegar que la fortuna le abandonó en algunos momentos. Pero de su lastimoso estado psicológico dio prueba la expulsión de Zidane antes del descanso, que por tercera semana consecutiva obligó al Madrid a jugar en desventaja numérica. Todo para mayor gloria del Deportivo, que con un equipo muy poco habitual se llevó el choque y se llenó de moral para su gran cita en la Liga de Campeones ante el Oporto.

DEPORTIVO 2 - REAL MADRID 0

Deportivo: Molina; Héctor, Pablo Amo, Jorge Andrade, Capdevila; Sergio (Duscher, m. 67), Mauro Silva; Scaloni, Djalminha, Luque (Munitis, m. 51); y Tristán (Pandiani, m. 83).

Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Pavón, Raúl Bravo, Roberto Carlos; Beckham (Solari, m. 62), Cambiasso; Figo, Raúl, Zidane; y Ronaldo (Portillo, m. 79).

Goles: 1-0. M. 28. Tristán aprovecha un rechace de Casillas para batirle de tiro raso pegado al palo.

2-0. M. 68. Capdevila, de falta directa lanzada desde 30 metros que se cuela imparable rozando el palo izquierdo.

Árbitro: Rodríguez Santiago. Expulsó a Zidane en el m. 40 por doble amarilla. También amonestó a Jorge Andrade, Beckham, Míchel Salgado, Djalminha y Ronaldo.

Unos 35.000 espectadores en Riazor.

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Metido en el calvario imprevisto en que se ha convertido un final de curso planteado como una coronación triunfal, el Madrid parece aquejado de una enfermedad nerviosa depresiva que estropea sus innegables esfuerzos por detener la caída. De otro modo no se puede explicar que anoche, por tercera semana consecutiva, tuviese que afrontar buena parte del partido con un jugador menos. Como hace 15 días en el Manzanares y el domingo anterior frente al Barça, el Madrid perdió a un futbolista cuando al choque aún le quedaba mucha vida. No pareció casual que esta vez el expulsado fuese Zidane, el jugador que resume mejor que ningún otro el mal de ansiedad que ha atrapado al Madrid. Resulta triste para el fútbol verle errar los pases más sencillos, arrastrado por el fango de una impotencia inimaginable en un jugador de su categoría. Pero Zizou se ha metido en un hoyo, y víctima de la desesperación, la paga con los contrarios. En Riazor se ganó dos tarjetas y no llegó ni al descanso.

Los problemas mentales del Madrid eclipsaron todo lo demás, incluido un rato de juego bastante aceptable en el arranque del partido y los tres remates a la madera que acumuló en la primera parte. El Depor fue cualquier cosa menos el rival desatento y pasivo que algunos esperaban. La alineación de Irureta se pareció muy poco a la habitual, pero no le faltaron buenos futbolistas, estimulados, además, por la posibilidad de aprovechar los 90 minutos de gloria que a muchos de ellos se le han negado durante toda la temporada. Y así se vio a gente como Djalminha o Tristán enchufada al partido con todo el ardor de la gran competición. Fue, eso sí, un Depor algo distinto, más parecido al que se encontraba el Madrid en Riazor hace algunos años, cuando el rango entre los dos equipos estaba mucho más desequilibrado que ahora. El Depor volvió a los tiempos de la guerrilla y del contragolpe, cuando solía invitar al contrario a tomar la iniciativa para atraparlo en la trinchera y sorprenderlo con algún golpe de sorpresa.

El Madrid no empezó nada mal, volcado sobre el área contraria, con algunos cambios de juego espectaculares que consiguieron rasgar la defensa blanquiazul. Pero la ansiedad también nubla la puntería, y como no acabó de pegar, su juego fue volviéndose más banal al tiempo que el Depor afianzaba sus posiciones. El guión de Irureta funcionó milimétricamente. Al primer contragolpe con fundamento cayó el gol, un feliz obsequio para Tristán, imperiosamente necesitado de alegrías, y un premio al espíritu de combate en el que no cejó durante toda la noche.

Ya en desventaja numérica, el Madrid tuvo una reacción valerosa tras el descanso, que recordó más a su actitud en el Manzanares que al desplome ante el Barça. Pero el puño de hierro que de tantos apuros ha salvado al Madrid también están recluidos en la consulta del psiquiatra. Raúl y Ronaldo fallaron ante Molina dos cabezazos sencillos hasta para un juvenil. Demasiado para el sistema nervioso del Madrid que, como en la primera parte, fue de más a menos hasta que un gran zurdazo de Capdevila, al saque de una falta, clausuró el choque y ahogó al Madrid entre los laberintos de su pesadilla.

Djalminha agarra a Beckham en una jugada, falta por la que vería tarjeta.
Djalminha agarra a Beckham en una jugada, falta por la que vería tarjeta.EFE

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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